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Falta conciencia medioambiental

20 de Enero del 2012 - Carlos Blanco Valle (Ribadesella)

Todos conocemos el acertado eslogan turístico que califica a nuestra Asturias como Paraíso Natural.

Pues bien, es innegable que nuestra tierra es bella, salvaje, con una naturaleza insultante, pero no es menos cierto que este paraíso nos lo estamos cargando entre todos poco a poco.

La contaminación atmosférica, los incendios forestales, la destrucción de ecosistemas fluviales, los vertidos industriales o la degradación de tesoros paisajísticos, son solo algunos de los problemas medioambientales que afectan seriamente a nuestra región desde los años 70 a esta parte.

En estas líneas tocaré por encima algunos casos, que yo he vivido y que han afectado principalmente al entorno natural del oriente asturiano.

Recuerdo con nostalgia aquellos años de mi infancia cuando con un rudimentario equipo de pesca, compuesto por una caña de bambú, dos metros de sedal y un anzuelo, podía disfrutar de la pesca deportiva en el Arroyo de Santianes.

Río arriba, en la zona de Cobayos, me encontraba habitualmente con otros amantes de la pesca como mi tío Piloli, o Manolín el de Blanca.

Todos nosotros disfrutábamos de esta práctica frecuentemente, pero sin dañar el ecosistema.

Hoy en día, el arroyo en cuestión está seco en la época estival, debido a las diversas tomas de agua que abastecen a la villa de Ribadesella.

Al secarse, las truchas que suben desde el Sella no pueden realizar el desove correctamente y aún lográndolo, muchos alevines mueren en su intento de alcanzar el cauce principal.

Otro riachuelo que sufrió las consecuencias de la mala gestión humana, ha sido el Arroyo de Llovio que nace en la Cueva del Tinganón.

En este caso, los vertidos de nutrientes, como desechos agrícolas o ganaderos, y el estancamiento del caudal, han provocado la eutrofización del agua, acabando con gran parte de su riqueza piscícola y con el resto de fauna fluvial.

El Río Sella también ha sido dañado gravemente con los vertidos industriales, ganaderos, agrícolas y domésticos, en las últimas décadas.

Todo este tipo de vertidos deben ser castigado con todo el peso de la ley.

Durante mi niñez, cada verano compartía baño en las cristalinas aguas del Sella, en el pozu la ribera, con mi pandilla de amigos. Hoy esas aguas no son tan cristalinas, aunque por supuesto siguen siendo aptas para el baño.

Por suerte, de unos años a esta parte las Administraciones han construido varias depuradoras de aguas, como la de Arriondas o la de Ribadesella, que están ayudando a mitigar el problema en cierta medida.

Aún así, la riqueza del ecosistema fluvial y de ribera, ha quedado muy mermada y un claro indicativo de ello es la disminución de la comunidad de salmónidos.

No debe culparse a los pescadores de este deterioro, ya que su impacto es ínfimo en comparación con el provocado por la contaminación o las redes en alta mar en el caso del salmón.

En este sentido quisiera dar mi más sincera enhorabuena a la Asociación de pescadores El Esmerillón, por la fantástica y altruista labor que realizan, repoblando nuestros ríos con miles de alevines cada año, tanto de salmón como de trucha.

Los incendios forestales son otro problema al que se debe dar solución.

Cada año miles de hectáreas arden en nuestra región.

Pirómanos, y también pastores poco concienciados con el daño que un incendio supone tanto para el suelo, como para la flora y la fauna, son sin duda los mayores causantes de estos desastres naturales.

Aquí la Administración debe jugar su papel, sancionando con firmeza este tipo de actos delictivos.

Es verdad que los incendios también pueden tener un origen natural, en el transcurso de una tormenta eléctrica por ejemplo, pero estos son minoría.

En este punto, me gustaría señalar que sería conveniente erradicar de nuestros bosques las especies alóctonas, como el eucalipto o el pino.

Se debe seguir con las políticas de repoblación de especies autóctonas como el haya, el roble, el castaño, el abedul, etcétera. Ello repercutirá en la mejora de nuestros suelos e incluso indirectamente en garantizar el clima húmedo de la región.

La contaminación atmosférica es otro grave problema, de alcance global.

El aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y gases contaminantes, el smog invernal, el smog fotoquímico, la lluvia ácida o la isla de calor en las ciudades, son temas que sí preocupan mucho socialmente.

En este sentido Asturias quizás esté menos afectada que otras comunidades de nuestro país, debido a lo turbulento de nuestra atmósfera.

El paso frecuente de borrascas con vientos asociados por nuestros cielos, provoca cierta dispersión de contaminantes.

No obstante la contaminación de zonas industriales como Avilés, Gijón, las cuencas mineras o la capital, es un hecho irrefutable y muy preocupante.

El calentamiento atmosférico es un hecho palpable en nuestra región. Sólo hay que estudiar las estadísticas de grandes nevadas para concluir que algo está cambiando.

En Santianes, por ejemplo, aldea del oriente que está a nivel del mar, la nieve no cubre con fuerza los prados desde enero del 85.

Un pequeño apunte en cuanto a deterioro paisajístico.

¿De quién ha sido la torpe idea de levantar una grande y horrible escalera metálica en la cascada natural de Fríes?.

El que ordenó semejante aberración se ha cubierto de gloria.

Casos como este adornan cada vez más nuestro patrimonio natural.

Desde aquí animo a todas las empresas de nuestra Comunidad Autónoma a que, si no lo han hecho ya, pongan en marcha un Sistema de Gestión Medioambiental, ya sea ISO 14001 o posteriores, Reglamento EMAS o el que sea de aplicación actualmente.

A las Administraciones Públicas les pediría, que realicen exhaustivos EIAs ( Estudios de Impacto Ambiental), antes de llevar a cabo ninguna obra pública, como la que desgraciadamente ha secado el río de mi aldea.

Y a todos los ciudadanos de bien, les pediría mayor conciencia medioambiental.

Todos podemos aportar nuestro granito de arena, para conservar nuestro entorno natural.

Que bonito sería que nuestros nietos disfrutaran de la misma Asturias salvaje que poblaron nuestros abuelos.

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