El yerno ideal que defraudó bastante
Era el yerno prototipo, de buena familia, deportista, con muchos títulos en el equipo de balonmano del Barça y varias medallas conseguidas en sendos Juegos Olímpicos, formado con estudios de economía, educado, buen marido y buen padre de sus hijos. Hasta pasaba el examen con nota en el capítulo estético, pues con su más de 1,90 de estatura no desentonaba en las fotos de una familia de altura.
Y hasta caía simpático y cercano a la gente. Vamos, que lo tenía casi todo para triunfar en la Familia Real y entre la ciudadanía. Pero que un yerno del Rey se lucre a base de «pelotazos» en un país con cinco millones de parados, y al alza, es cuando menos, una gruesa pedrada en el escaparate de la monarquía.
En España ya hemos adquirido cierta tradición de yernos pillos a los que les perdonamos todas las jugarretas por muy increíbles que éstas sean. Con los yernos solemos ser tremendamente condescendientes. Desde el yerno de aquel general bajito, del Ferrol por más señas, que se entretenía haciendo trasplantes de corazón, pasando por el promotor de pruebas de fórmula 1, y hasta éste que nos ocupa actualmente, los yernos suelen dar muchos disgustos. A usted y a mí, porque los suegros lo tienen superado y lo llevan más o menos bien. Y si ven que la cosa va a mayores, pues los borran de las fotos de la familia y ya está.
No resulta del todo extraño que Urdangarín, al que la gente ya prejuzga llamándole «Hurtargarín», quisiera asegurar el futuro de los suyos. ¿Quién, si no, cuidaría de su mujer y de su prole? Porque, ¿podría Iñaki volver a la cancha de juego? Creo que no, pues seguro que ha perdido la forma y ya ni para entrenador tendría resoplido. Ni tampoco volver al Comité Olímpico Español, donde llegó a ser vicepresidente primero, que ése era el camino, sin actividades comerciales ni empresariales, que deseaba la Zarzuela para el marido de la infanta Cristina.
Por eso, en esta situación, si pierdes el músculo y no hay cerebro, no tienes más remedio que montar en Marivent, bajo la sombra del suegro, un garito para sacarte un dinero, ya que se presentaba con las tarjetas de visita como alteza real.
Si es cierto todo lo que se cuenta de usted, España habrá vivido la mayor de las humillaciones en época democrática. Si es cierto todo ello, habrá que decir que nunca antes el pueblo ha sido tan burlado. Lo peor, Iñaki, no es el delito, sino la ofensa que el delito expande. Hemos soportado las canalladas de diversos políticos, roldanes, filesas, etcétera, pero no es fácil sufrir el relato de los hechos que a usted se le imputan. Y todo porque la gente piensa que lo hizo sin necesidad alguna, por avaricia; ya que podría disponer de todo lo que quisiera porque la diosa Fortuna le colocó por encima del resto de los españoles. Y así se lo paga.
Acaba usted de cumplir (el pasado día 15) los 41 años, señor Urdangarín. ¿Puede decirse que se terminó la fiesta?
José Antonio Gutiérrez González
Piedras Blancas
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