Estar en Babia

2 de Febrero del 2012 - Mario Gutiérrez (Felechosa)

Debido a un trabajo, ya finalizado, sobre los bosques y a otro, ya editado, sobre las montañas de León y norte de Zamora, recorrí de forma exhaustiva toda la cordillera Cantábrica, desde los montes de Degaña hasta los de la Merindad de Sotoscuevas, en el norte de Burgos. En los distintos recorridos por bosques y montañas, hablé muchas veces con campesinos, pastores, vecinos y vecinas de los pueblos, que me proporcionaron valiosas informaciones sobre la vida pasada y la actual en las montañas leonesas.

Cuando recorrí el monte de Brañarronda, en el lacianiego pueblo de Rioscuro, un vecino de éste nos dijo que las vacas que había por allí eran de Asturias, pues en el pueblo había muy pocas, por eso la junta vecinal arrendaba pastos a los asturianos. Casi lo mismo me dijeron en Solle, concejo de Lillo, cuando visitamos el bosque de avellanos de La Biesca. En Llánaves de la Reina, Vega del Naranco, vimos un buen rebaño de vacas de raza tudanca que venían de Cantabria a pasar allí el verano. Y así ocurre en otros muchos lugares de la montaña leonesa, que, debido a que los gobernantes tanto en dictadura como en democracia «estuvieron en Babia», sufrió un proceso de abandono y despoblamiento sin parangón con ningún territorio de la Unión Europea. Así, pueblos que a mediados del siglo pasado tenían más de cien habitantes, ahora tienen siete u ocho e incluso menos.

Por todo esto, me pregunto si el conflicto surgido en torno al puerto de Pinos, propiedad del Ayuntamiento de Mieres pero situado en el término municipal de San Emiliano, está originado por una auténtica necesidad de pastos o más bien porque alguien echa leña al fuego de los localismos exacerbados y sentimientos tribales a veces muy a flor de piel a uno y otro lados de la Cordillera, aunque todos tengamos una historia común ya desde bastante antes de la llegada de los romanos y una lengua, folclore y modos de vida muy parecidos.

También podemos preguntarnos qué pasaría si la Junta consiguiera que estos pastizales fueran declarados montes de utilidad pública y gestionados por las juntas vecinales que ahora los reclaman. Posiblemente, los pastos serían arrendados a ganaderos asturianos, quizá a los mismos que ahora llevan allí sus ganados. Esto supondría un beneficio económico para algunos, pero no para los contribuyentes leoneses, que tendrían que pagar con sus impuestos la expropiación de este puerto.

Por otra parte, tengo que decir que la afirmación que hace el señor González-Antón de que tradicionalmente el ganado caballar aprovechaba los pastos de forma intensiva y se movía libremente de un lugar a otro por todo el monte no es cierta. Tradicionalmente, el aprovechamiento de los montes públicos estaba ordenado y estrictamente regulado. Dentro del término de cada pueblo se establecían diversas zonas para las distintas clases de ganado y las diferentes épocas del año. Así, había un determinado territorio para las parejas y las vacas de leche, otro para las vacas mañías, otro para las cabras y ovejas y otro para las caballerías. Sobre todo en primavera esta ordenación era más estricta y su cumplimento se vigilaba por el guarda nombrado por los vecinos en concejo. Desde primeros de marzo hasta el veinte de mayo las guarizas y los cotos boyales estaban acotados y a ningún vecino se le ocurría soltar allí caballos ni otros animales. La única que era «libre» era la burra del guarda, según el dicho popular.

Sería muy conveniente retomar este tema con la debida calma y moderación, buscando soluciones que respeten el interés general, lejos del anexionismo neocolonial y del simplista desvestir un santo para vestir otro que tal vez no esté desnudo; y también es muy necesario que los poderes públicos se acuerden de la montaña leonesa para algo más que construir pantanos, estaciones de esquí, que un año pierden y otro también, o autorizar explotaciones a cielo abierto. Se necesitan planes respetuosos con el medio ambiente, con suficiente dotación económica y con capacidad no sólo para fijar población sino para atraer a gente con ideas que sea capaz de revitalizar este territorio tan abandonado.

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