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De la genética empresarial y política

23 de Enero del 2012 - Francisco M. Domínguez Menéndez (Avilés)

Entre los politicastros que nos flagelan, un día sí y otro también, con medidas de solidaridad económicas temporales, no reintegrables, para paliar el despilfarro de las administraciones autonómicas y locales, y el docto empresariado entendido en genética social para quienes el fracaso escolar se explica mejor desde la herencia genética que desde la extracción social del discente, marcha un país ruinoso azotado por el cáncer del desempleo y la injusticia social, entre otras muchas cosas. Con estos mimbres políticos y empresariales tenemos que tejer la salida de la crisis y crear un mundo sostenible en lo social y en lo productivo para que las generaciones venideras no nos pongan en la picota de la Historia. Que toda la corte celestial nos ayude porque si esperamos que lo haga la CEOE de Juan Rosell, apañados vamos. A juzgar por lo resultados de sus respectivas gestiones, pienso que en nuestro país los únicos que sufrieron algún tipo de variación genética involucionada son las clases política y empresarial.

Resulta que aquellos pedagogos que ilustraron la docencia dando como fuentes de referencia para la elaboración del marco curricular a la sociología, psicología, pedagogía y epistemología, estaban equivocados. La herencia genética y sólo en la herencia genética está la clave y explicación del fracaso escolar. Si la interpretación es correcta resulta que, según la cúpula empresarial, la genética de los españoles, en relación con la de nuestros vecinos europeos, es de mala calidad intelectual. No tenemos remedio, no hay planes de estudio que solucionen esto, únicamente la castración selectiva. La leyenda negra que pesa sobre nosotros desde hace siglos sigue cabalgando, ahora a lomos de una clase empresarial inocente que nos condena a ser los maleteros de Europa. Tal vez Rosell no quiera valorar que la herencia genética, política y social de la clase empresarial española es la que nos está situando a la cola del mundo productivo. Aquel empresariado criado y desarrollado al amparo de la teta franquista es, en gran medida, el que ahora no sabe diversificar ni competir con sus productos en el mercado internacional y quiere, como siempre, mantener los márgenes comerciales y de seguridad patrimonial explotando la inseguridad de la clase trabajadora. En este régimen autocrático empresarial insaciable que a falta de empleo sólo crea incertidumbre, el único que lo expone todo: vida, patrimonio y familia, es el trabajador. El día en que el empresario empatice con aquel empleado que manda a la calle y tenga clara la idea de lo que significa crear riqueza para el bienestar social, habremos ganado la batalla del desempleo, mientras no ocurra esto seguiremos siendo un país tercermundista en lo productivo, dependiente de la eventualidad del ladrillo en lo económico.

Pero no se crean ustedes que nuestra clase política dista mucho intelectualmente de nuestros empleadores. No señor. Al menos algunos concejales con mando en plaza metidos a economistas y geólogos en ratos libres. Tanto pueden asegurar, sin haber estudios geológicos que lo certifiquen, que la ría de Avilés no es apta para hacer un túnel, como afirman que la economía de todo centro público debe tener un porcentaje de deuda para clasificar de eficaz su gestión. De pena y dolor, pero es lo que hay. Es lo que votamos en unas elecciones regidas por la ley D`Hondt con listas cerradas amparadas por el paraguas de las siglas del partido.

La cosa no pasaría de anecdótica si no fuera porque nuestro futuro está en manos de estos señores. Personajes que al tener el cerebro organizado por principios que tanto les valen para un roto como para un descosido, son incapaces de diferenciar: los empresarios, la repercusión de la decadencia social en el fracaso escolar y, los concejales todoterreno y serviles, una administración que produce ingresos a través de servicios e impuestos, la cual puede llegar a tener el porcentaje de deuda que permita la ley, de los centros públicos que sólo generan gasto y gestionan para su mantenimiento la dotación que les proporciona una administración superior de la cual dependen. Lo dicho: de pena, dolor y vergüenza ajena.

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