Desde Buenos Aires por una última voluntad
Estimada doña Pilar Carrio: Ante todo, quiero expresarle mis más sinceras condolencias por el fallecimiento de su hermano, siempre es triste la pérdida de un ser querido.
He leído con detenimiento el artículo de LA NUEVA ESPAÑA y quiero manifestarle mi opinión.
Tengo a mi madre con ochenta y tres años en una residencia, con una pensión de viudedad de 515 euros mensuales, el sueldo de funcionario de mi padre no era grande, con éste tuvieron que sacar adelante a sus dos hijos, y, después de toda una vida de cotización, la pensión antes mencionada.
Con estos ingresos y unos pequeños ahorros, más la ayuda de mi hermana y mía, se está haciendo frente a los costes del geriátrico.
En su día fueron previsores y contrataron un seguro de decesos para toda la familia, con lo cual, al fallecimiento de mi padre, el seguro se hizo cargo de los gastos del sepelio al igual que hará en su día de los gastos de mi madre y de mi familia, ya que yo contraté el mismo seguro para no tener ningún problema.
Su hermano tuvo mucha suerte, en este país existen unos servicios sociales fantásticos, siendo atendido, de acuerdo al artículo, por el ERA durante casi cinco años y, al fallecer, este mismo organismo costea el sepelio y le da, estoy seguro, un entierro digno.
Señora, usted tenía que estar agradecida de los servicios sociales de este país, costeados con mis impuestos y el resto de españoles, gracias a lo cual muchos ancianos son atendidos en sus últimos años.
También le diré que un seguro de decesos no es caro, se lo puede costear todo el mundo, la inmensa mayoría de los españoles nos pagamos nuestro propio entierro, y no todo el mundo es admitido en una residencia del ERA, entre otras cosas porque no hay plazas para todos.
Yo espero no tener que ir nunca a la Cocina Económica, pero si un día tengo que recurrir a esta ONG les daré las gracias por su comida, nunca se me ocurrirá pedir caviar.
Señora, dé las gracias porque su hermano fue muy bien atendido en los últimos años de su vida y que, al final, tuvo un entierro digno, que seguro se merecía.
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