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Milenios dando rienda suelta a la maldad

24 de Enero del 2012 - Teresa Antequera Cerveron (Alfafar (Valencia))

El hombre que tortura y mata animales con frecuencia ya no siente ningún arrepentimiento. Su conciencia que es la instancia de control ético y moral, se ha embrutecido. Lamentablemente sólo por medio de la ley de causa y efecto se le volverá a hacer consciente lo que significa sufrir necesidad y miseria.

Es un horror ver cuán brutalmente se comportan los hombres y qué pocos destellos de esperanza se vislumbran. El ser humano se ha convertido en un monstruo que insensatamente y sin pensar está conjurando un caos mundial sin igual, sin embargo no es del todo desconocida la legitimidad que dice: a cada reacción le precede una acción lo que viene a decir que cada efecto tiene una causa, lo que en la antigüedad se conocía como siembra y cosecha. La cosecha crece siempre de una siembra correspondiente. Al revés esto significa que de la siembra se puede ver qué cosecha se puede esperar. En base a estas relaciones sencillas y lógicas ya hoy se puede prever el desastre que se avecina. El que no quiera creer lo que rueda hacia la humanidad según la ley de siembra y cosecha, lo experimentará, pues el tiempo está maduro y la cosecha ha comenzado.

En el Antiguo Testamento se puede leer que Dios dijo a los hombres: Someted la Tierra, frase que el ambicioso ser humano pronto malinterpretó y utilizó para su beneficio. Someted la Tierra no significa explotarla, saquearla ni matar gratuitamente a todo lo que vive en ella, tampoco inseminar a los animales en contra de las leyes de la naturaleza para producirlos en masa y luego devorarlos. Someter la Tierra no es hacer de mares y ríos vertederos, tampoco contaminar la atmósfera o hacer desiertos de lo que antes fueron frondosos y verdes bosques.

El hombre explotador quita a los animales la dignidad que él considera para sí mismo como algo inviolable, los denigra con crueles experimentos y acorrala por campos y bosques; les niega el derecho a un libre desarrollo que naturalmente reclama para sí mismo; los tortura en estrechas jaulas de explotación masiva que son los campos de exterminio del siglo XXI para hacer posible la producción industrializada de carne; les niega el derecho a la familia quitándoles a las madres sus hijos y sobre todo les niega el derecho a vivir, matándolos sin reparos, a pesar de que se ha demostrado que para una alimentación sana la carne no es necesaria, sino más bien perjudicial.

El hombre y sus obras se acercan a su ocaso sin darse apenas cuenta de que está fracasando en su comportamiento contra la ley de la vida. Durante milenios el ha dado rienda suelta a su maldad. Ahora los efectos están llegando de vuelta. La cosecha muestra claramente los rasgos de la siembra.

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