La fina oratoria de Isabel Pérez Espinosa
La fina y aguda oratoria de Isabel Pérez Espinosa puesta de manifiesto una vez más en el templo sagrado de la democracia asturiana, nos lleva a considerarla heredera directa de la discursiva ciceroniana. Persuade, inflexiona y gesticula como nadie. Su magia retórica evoca la de aquellos diez oradores áticos con Demóstenes a la cabeza. ¡Qué pieza literaria! ¡Qué buena estructura gramatical! ¡Cuánto derroche de habilidad lingüística! En fin, que le faltan adjetivos exclamativos a la lengua cervantina para definir tanta belleza estilística.
El bagaje cultural y conceptual de nuestra Isabel, digo nuestra porque ya es patrimonio de todos, le facilita esa estructura discursiva convincente que pasma al auditorio más adverso dejando sin palabras a su contrincante político. Mal enemigo se echó don Ramón del Riego, a la sazón Consejero de Hacienda y Sector Público asturiano. ¿Acaso pensaba que la cercanía ideológica iba a facilitarle las cosas? Pues no. La señora Espinosa no se deja seducir por semejante fruslería. Ella está por encima de doctrinas políticas y filosóficas. Sólo el bienestar de los asturianos: el empleo y la dignidad que procede de la ocupación, le preocupa.
Al mismo tiempo que le preocupa, también se ocupa del empleo, por eso despacha el discurso político con una sonora, sobrecogedora y absoluta negativa a los presupuestos del año en curso, aunque, a continuación, tiende su beatífica mano al acuerdo político global con los hijos descarriados del hormiguero. De momento su negativa es una afirmación al cierre de empresas.
A la dificultad que entraña argumentar y convencer, se suma la controversia discursiva con uno mismo, de ahí la profusión gesticular, la falta de persuasión y la exagerada, por reiterativa y cansina, defensa personal de su intervención. La señora Espinosa sabe que en otras circunstancias esos presupuestos serían no sólo apoyados sino defendidos por el pepé sin mayores aspavientos, además, sus inseguridades no le permiten que un consejero-funcionario, o viceversa, le saque los colores y la llame públicamente ignorante, previsible y simple; con otras palabras menos hirientes, naturalmente. Perdió la mayor parte del discurso en la autojustificación sin lograr ningún convencimiento.
Más que partidario, hay que ser forofo para no ver las limitaciones discursivas de esta señora. Doña Isabel Pérez Espinosa, una vez más, no dio la talla como parlamentaria. Su histriónica intervención nos hizo recordar al extraordinario humorista José Mota.
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