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Para Belén y Rosa , sufridores de un pésimo servicio de salud

30 de Enero del 2012 - José Viñas García (Oviedo)

El día 26 de enero del 2012, expresan ustedes por este medio, una crítica, donde hasta los más duros de corazón se dan cuanta hasta cuanto han tenido que sufrir para tomar esa decisión de hacer público su dolor, sobre todo en cuanto al trato recibido. Sin dudarlo un instante me pongo de su parte, ya que en varias ocasiones he criticado sin miramientos el funcionamiento de nuestra, en demasía admirada Sanidad Publica. Quizás su hermano como mi familiar querido, no tenían curación posible, pero si podrían haber encontrado tanto él, como sus familiares, unos profesionales que en momentos tan trágicos les dieran no solo apoyo profesional, sino ese aliento, ese hilillo de esperanza, que hace que todo se lleve con menos angustia, congoja y sufrimiento. La pesada carga mental de recibir con esa crudeza que suelen tener los profesionales, un diagnostico de enfermedad terminal, es tal, que la consternación comprime el corazón, te deja sin respiración, sientes que si claudican los profesionales, dejando todo en manos de Dios, y de los cuidados paliativos, es que algo falla en nuestra conciencia. La tristeza es de tal magnitud que durante ese tiempo de espera, te haces responsable de que entre todos no sepamos tener mas tacto y dignidad, humanizando los últimos instantes de vida de cualquier ser humano, teniendo muy en cuenta a sus familiares.

Nadie está pidiendo privilegios, simplemente doctores, apliquen con la misma sensibilidad el protocolo en tales circunstancias, a todos los pacientes; como lo harían si fuera una hija o hermana suya. Con la misma delicadeza y alentando siempre una esperanza, que por mínima que sea, puede ser la diferencia entre el desconsuelo tan angustioso; y la confiada espera, cargada de un optimismo realista, que rebajará la terrible situación de todo ese pasaje. Especialidades como ésta que tiene que tratar a enfermos graves, tendrían una mejor determinación si en vez de seguir un protocolo inmoral e indigno en toda su extensión para aplicar a un ser humano, tuvieran en cuenta aquello de la esperanza nunca se debe perder. Le vendría bien también al profesional, sin necesidad de mentirle, diciéndole que es muy grave su diagnostico, pero que pelearan hasta ultimo instante para poder sanarle, haciendo todo lo posible, siempre con cuidados curativos, olvidándose de paliativos, salvo en los casos que complementen con otro tipo de demencias que el paciente no sepa donde y como está, al menos sería más humano dejarle en planta hospitalaria, sin que llegara a sospechar ni un solo instante que es abandonado a su suerte.

Tengo un respeto profundo por la profesión médica, pero me temo que si el recurso cuando vienen graves, es encomendar al enfermo a Dios; cuando vienen leves, mejor encomendarnos a nosotros mismos. Todos tenemos ejemplos de periplos por el hospital, no hace falta tener una enfermedad terminal, simplemente una patología crónica, es suficiente para apreciar la incapacidad, torpeza y desacuerdos en que se ve envuelto el paciente, puedes encontrarte con que un especialista te prescribe un tratamiento, y otro te dice que no lo tomes, que te será muy perjudicial. Puede ese mismo, al que le hiciste caso, a los pocos meses quitarte toda medicación, recetarte solo una dieta y como tu sigues igual de malito, acudes a urgencias de mano de medico de cabecera, donde te destinan y aconsejan que te vea otro profesional, te citan, pero siendo correcto acudes a decírselo a tu antiguo medico, ese de la dieta; te dice sin reparos (decídete, el otro o yo) ¿a quien hace caso el paciente? Si como es mi caso volví a confiar en el primero, el que no necesita medicamentos para curar, y un día recibes la llamada del que te aconsejaron al ver que no acudes a la cita, le cuentas que te guiaras por tu especialista de siempre, pero te pide por favor que vayas a verle, que no es cuestión de confiar en nadie, que tengo un diagnostico muy severo y puede agravar mi situación, de nuevo me muevo entre un laberinto de indecisiones ¡tienes que decidirte! cedes ante quien asegura necesito sin demora tratamiento, pero he ahí que a los pocos meses todo sigue igual o peor, si nadie pide, que me curen como es mi caso, solo que los profesionales de nuestra sanidad, se sientan obligados a no trasladar todas esas dudas y decisiones a los enfermos, ya tienen bastante para ellos. No me dirán que no es para denunciar semejantes contrasentidos, cuando se juega con la enfermedad de alguien, no solo a éstos, sino a la dirección sanitaria, que consiente esto a sabiendas de que existen profesionales que contradicen a sus compañeros, dejando en un dilema las decisiones a quien debiera ser asesorado mimado y tratado. En mi caso todo acabará en una operación de colostomía, que no quiero valorar si llego a esa situación porque mi enfermedad Crohn, así lo decide; o por las continuas incongruencias y desatinos de los médicos que me trataron.

Si todo lo anterior es inconcebible en una sociedad de nuestro siglo, que decir cuando se recibe un trato como el expuesto por la carta de Belén y Rosa. Interpreto que la dejadez y desidia que alcanza nuestra sanidad, es debido no solo a que estos profesionales se interpretan así mismos (por nuestras muchas alabanzas hacia ellos) como seres superiores, cuando la realidad no es más que una profesión tan digna y entregada como muchas otras, que no merecen tanto ornamento. Es cierto que ellos al convivir con el dolor diariamente logran ponerse un caparazón de hielo, que les hace comportarse así, que seguramente les ayuda a liberar su mente y conciencia, no todos están capacitados para sobrellevar tal profesión cargada de contratiempos, dificultades y errores siempre perdonables, pero lo que no podemos consentir es que por despreocupación e imprevisión, se cometan imprudencias y negligencias que causan mucho dolor, y situaciones irremediables y irreversibles.

Un abrazo a cuantos profesionales están dedicados de cuerpo y alma a su profesión, no es para ellos nuestra crítica, sino para quienes ellos saben.

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