Lo que no se puede aguantar
Lo que no se puede aguantar es el trato vejatorio recibido por las hermanas Pereiro de parte de un oncólogo del Hospital Central (edificio de Silicosis); comportamiento descrito por las afectadas, con meritoria contención, en su carta a LA NUEVA ESPAÑA (27.01.12), titulada "Sufridores de un pésimo servicio de salud". Es inadmisible que los parientes próximos de un paciente al que se le acaba de diagnosticar una dolencia cruel e irreversible sean sometidos a la agresiva desconsideración del médico que los atiende.
Es evidente que el personal sanitario no puede tomar sobre sí la carga de angustia que agobia a los pacientes y a sus familias en esas circunstancias extremas. Cabría sin embargo esperar que formara parte de su formación profesional la capacidad y el entrenamiento para mostrar un mínimo de empatía. En ningún caso el trato dispensado por el médico al paciente y a su familia se puede sustraer a los códigos de educación que regulan las relaciones sociales. Es indigno que el médico aproveche la relación de objetiva dependencia en que aquellos se encuentran para descargar sobre ellos pulsiones de naturaleza sádica.
Con independencia de que las hermanas Pereiro pongan (o hayan puesto) en conocimiento de la dirección del centro hospitalario los hechos que describen, una vez que estos se han hecho públicos, la dirección debe intervenir de oficio para esclarecerlos, prevenirlos e imponer reparaciones. Mientras tanto, la conducta de este sujeto intemperante deja planear la sombra de la sospecha sobre el conjunto del equipo de oncología (lo cual es a todas luces injusto). No se debe juzgar sin haber escuchado a las dos partes. Desde luego. No seré el único lector impaciente por leer la versión del oncólogo aludido.
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