Carta abierta a la alcaldesa de Langreo
Señora alcaldesa: como conciudadano suyo, me gusta oír a cuantos nos visitan sus opiniones sobre «cuanto ha crecido La Felguera», o «cómo ha cambiado». Es cierto, algunas cosas han cambiado para bien, nuestro pueblo ha experimentado una mejoría (estética, al menos). No voy a hablar del trabajo, ni tampoco de las escasas oportunidades que tienen los jóvenes de nuestra cuenca para realizarse como personas a través del empleo. Usted, obviamente, no tiene la varita mágica para subsanar estos problemas. Pero sí tiene los recursos, la autoridad y la obligación –como máxima autoridad– de velar por que las normas se cumplan. No sé si usted recorre a pie las calles de nuestros pueblo. Yo lo hago a menudo y cada día me tropiezo con innumerables cosas que como ciudadano me indignan. Son cosas pequeñas, que diría Serrat, que me avergüenzan, me entristecen y que, en ocasiones, también me cabrean. Puedo vivir en un pueblo humilde, pequeño, de pocos recursos; pero no me gusta vivir en un pueblo sucio. Delante de mi portal, tengo dos contenedores de la basura. No busquemos basureros piratas en sitios escondidos, remotos, ocultos, de difícil acceso... no hace falta, los tenemos en el centro, delante de nuestras casas. Quizá sería una buena idea, hacerlos –me refiero a su ubicación– rotativos. Una temporada delante de cada edificio –incluido el suyo, señora alcaldesa–. Tal vez así el problema, el sufrimiento, la desdicha, no sería sólo de unos pocos. Sinceramente, no me gusta pagar mis impuestos y tener delante de mi casa un basurero.
Otra de mis sorpresas desagradables es constatar cómo cada vez más los excrementos caninos invaden las aceras. Dé usted un paseo por la calle Doctor Fleming, verá lo que le digo, señora alcaldesa. Me gustan los perros, pero me disgustan algunos dueños que incumplen las elementales obligaciones cívicas. Para terminar, señora alcaldesa, destine algunos recursos a que sus huestes municipales se impliquen más en la sana y encomiable labor de que nuestro pueblo sea un pueblo limpio y aunque no esté colgado de un barranco, sea un «pueblo blanco». Quizás debería usted organizar a nuestra Policía Municipal –nuestra, porque la pagamos todos con nuestros impuestos– para que, en vez de pasar horas multando en la salida de La Felguera por excesos de velocidad a las personas que van a su trabajo y cuya falta –la mayoría de las veces– es ir a 60 cuando el límite son 50 km/h. Haga que vigilen también a los dueños de perros que no recogen los excrementos, a las personas que depositan la basura fuera del contenedor, a las que la tiran fuera buscando cosas en su interior, a los que tiran las colillas, sobre todo delante de los locales de ocio, en mitad de la acera... Me gusta La Felguera, pero me gustaría más si estuviera limpia... ¡Ah! y no se olvide de que algunas calles no tienen aceras. Podemos mejorar, no es cuestión de gasto, es cuestión, tan sólo, de hacer cumplir las normas aunque a veces no se recaude con ello, pues normas, además de las de tráfico, son las otras... las de urbanidad. Saludos, alcaldesa, que usted gestione bien.
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