¿Pro vida?, ¿pro aborto?
En los últimos tiempos se ha vuelto a exteriorizar la controversia sobre el aborto, ante la posibilidad de reformar la ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Ley aprobada por el primer gobierno socialista, mantenida por los dos períodos del Partido Popular en el poder y por el primero de Rodríguez Zapatero. Ciertos sectores de la Iglesia Católica y de la derecha más recalcitrante se radicalizan y salen a la calle a dejar patente su rechazo a una ley que, según su interpretación, es un asesinato, la muerte de un inocente y reafirmando sin paliativos que ellos están a favor de la vida, como si el resto no lo estuviéramos, aunque eso si, ellos tienen un derecho a la vida selectivo.
Como cristiano de base estoy a favor de la vida, de toda la vida, considero al ser humano por encima del resto de animales, de las plantas y minerales, faltaría más. Y estar a favor de la vida significa aceptar cualquier medio que la medicina y la investigación nos ofrezca para aliviar enfermedades que pueden ocasionar la muerte o una vida penosa y llena de sufrimientos. Y me refiero a aprobar la investigación con las células madre o embrionarias. Recientemente unos padres han traído un hijo a este mundo para salvar la de un hermano enfermo, gracias a la ciencia ahora hay dos vidas en este mundo que de otra forma no existirían. No ha sido bien visto por estos sectores
Pero cuando digo a favor de la vida, quiero decir también en contra de la violencia, no se entiende lo uno sin lo otro. Ser cristiano significa estar en contra de la pena de muerte, en contra de la esclavitud, de la explotación del ser humano (mujeres, niños), del maltrato de cualquier género, de la discriminación en sus distintas formas: de sexo (¿para cuando las mujeres en el ministerio sacerdotal?), de raza, de cultura, de origen, status etc.
Como cristiano estoy a favor de que las mujeres lleven a término los embarazos, y que traigan nuevos seres a este mundo, creo que es un deber de católico intentar, dentro de nuestras limitaciones, que no se produzcan interrupciones de embarazos en nuestro entorno, pero no lo es sentenciar a las que sí lo hacen a pesar de nuestros esfuerzos, e incluso en algunas ocasiones debido a nuestra impericia.
Pero como cristiano de base entiendo la libertad ( el que permanece en Mi, conocerá la verdad y la verdad os hará libres) en toda su extensión y esto me produce un conflicto de conciencia, una dualidad que puede parecer incongruente e incluso llegar a la esquizofrenia, pero si por un lado se puede defender la vida y por ende el pacifismo, ¿se puede defender una ley que permita la interrupción de embarazo?, rotundamente si, yo por lo menos no puedo condenar a la cárcel a mujeres que deciden abortar, haciendo uso de su libertad, y de una ética que considera, de acuerdo con un sector de la ciencia, que no existe vida humana hasta las 32 ó 40 semanas de la fecundación.
Prefiero un aborto dentro de una legislación que lo regule y por tanto con una seguridad y sin que exista la posibilidad de penar a la interesada y al autor, a una ilegalidad que provoca clandestinidad, discriminación, oprobio e ignominia. Un viejo pastor decía, con gran acierto, que en otro tiempo, no existía la ley que provoca tanta controversia: De solteras solo parían las hijas de los pobres, las hijas de los ricos iban de vacaciones y volvían más delgadas
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