Negro panorama para Asturias
Estaba cantado, aunque no fuese deseado, que, después de algo más de seis meses de continuos desencuentros, enfrentamientos y rencillas personales entre las formaciones políticas de Foro y PP, protagonizando un lamentable y triste espectáculo, sin precedentes entre sectores de la derecha en el panorama político nacional, la gobernabilidad de Asturias se haría imposible y la convocatoria de nuevas elecciones inevitable. La incomprensible postura sostenida por el PP frente al Presupuesto presentado por el Gobierno regional en la Junta, apoyado sólo por los 16 diputados de Foro, ha dado la puntilla final a un proyecto que, por las especiales y extrañas circunstancias que lo venían rodeando, estaba condenado al fracaso.
Si bien es verdad que ni el Gobierno formado por Álvarez-Cascos ni el propio protagonista han acertado en prácticamente ninguna de las decisiones que han tomado, algunas incluso bastante desafortunadas, con frecuentes y bruscos cambios de rumbo, también lo es el hecho de que los dirigentes populares no han escatimado esfuerzos en poner todos los obstáculos posibles, por activa y por pasiva, sin ninguna concesión, para cortar el oxígeno necesario al Ejecutivo y hacer que éste falleciera por asfixia. Nefasto servicio a Asturias e incomprensible forma de purgar los abultados errores que el propio PP ha cometido y que, sin género de dudas, han contribuido de forma decisiva al nacimiento de Foro y, por ende, a todo lo que está sucediendo; la fragmentación de la derecha, incluida.
Nada más lejos de mi intención que hacer un panegírico de Cascos, quien, sin duda, tiene una parte importante de la culpa; pero ello no debe ocultar la inepcia de un PP que, sin haber digerido los desastrosos resultados cosechados en los últimos comicios autonómicos, no ha tenido ni un solo gesto de grandeza con su Gobierno más allá de eufemísticas declaraciones, nunca traducidas a hechos, manifestando una irresponsabilidad, a la hora de defender los intereses de Asturias, tan grande o mayor que la que achacan al propio Ejecutivo y, en particular, a su presidente. Si, como suele afirmarse, el pueblo nunca se equivoca, habrá que concluir que los equivocados han sido los políticos, por la elemental razón de no haber sido capaces de interpretar el claro mensaje que se les había enviado desde las urnas. En este sentido, no sé si unas nuevas elecciones será la única solución para despejar el negro panorama que se vislumbra en el horizonte de Asturias, ni siquiera si es el mejor camino para conseguirlo, pero, al menos, podrán servir para colocar a cada uno en su sitio. Si así fuere, a pesar de todos los aspectos negativos que, en las actuales circunstancias, tal medida conlleva, no se habrá perdido todo. En cualquier caso, el tiempo será testigo.
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