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Una lanza por Garzón

2 de Febrero del 2012 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Baltasar Garzón podía haber seguido cómodamente sentado a la diestra de Dios Padre si su ardor justiciero no lo hubiera impulsado a venir a juzgar a los vivos y a los muertos; preferentemente a los muertos. Por eso vimos al muy vivo de Carrillo en cabeza de la manifestación del 29, pro Garzón. Al superjuez se le imputan tres delitos, dos de prevaricación y uno de cohecho impropio.

Lo de la prevaricación lo tiene chupado. Existen dos figuras; la clásica, cuando un juez dicta, a sabiendas y con intencionalidad, resolución manifiestamente injusta. En la intencionalidad está la madre del cordero, porque como hoy por hoy no hay radiografía ni ecografía, ni escáner ni resonancia que detecte la intencionalidad, esta no se podrá probar en sede judicial a no ser que el juez prevaricador haya tenido la precaución de convocar en tiempo y forma a un notario que tome buena nota de su intención de prevaricar; caso verdaderamente insólito que no se ha producido hasta el presente. Está la otra figura, que podríamos llamar de procedimiento abreviado. Consiste en pisar simple y llanamente el (Soge)cable de Prisa, cosa que le ocurrió a un descuidado Gómez de Liaño que, en cuanto puso el pie, zas, quedó ipso facto electrocutado. No parece verosímil que Garzón vaya a dar ese traspié cuando, antes bien por el contrario, se le vio sostener el cable con encomiable aplomo en el ajusticiamiento ejemplar de Liaño por los hombres buenos del Grupo Prisa (que si Bacigalupo llevó la fama, ya entonces Garzón cardaba la lana).

Queda lo del cohecho impropio, que es cosa de menor cuantía. Consiste en la solicitud o recepción de dádivas por parte de funcionario a cambio de favores en el ámbito de la función. Solicitud la hubo (Querido amigo Emilio), y recepción también. El cursillo neoyorkino de Garzón fue subvencionado por el Santander, el BBVA, Telefónica y Endesa con un millón doscientos y pico mil dólares (unos 150 millones de pesetas). Para enjuiciar el cohecho tenemos dos jurisprudencias de referencia, la del caso Bono y la del caso Camps. La de Camps no es aplicable al caso, pues a Garzón nadie le regaló chaquetas (que ya tiene él más que para quita y pon).

La jurisprudencia Bono introduce una distinción capital; una cosa es que te obsequien por ser vos quien sois y otra que te regalen porque te quieren (que hasta nuevo aviso no es ilegal el querer). Qué culpa tiene Bono de que se le multiplique el patrimonio mientras duerme y de que, además de parirle los caballos (mientras que a Gabino solo le paren las yeguas), todo el mundo lo quiera un montón; y particularmente los constructores, gente sentimental donde la haya. Como aquel que se empeñó en permutarle dos áticos en el Madrid de los Austrias por una carretilla con geranios que tenía Bono en su jardín de Salobre. Caprichos que los jueces no entienden, pero que respetan; aunque les produzca un cierto descoloque el atisbar desajustes patrimoniales a los que no están acostumbrados (tendrían que viajar más, como el colega Garzón).

Pues por ahí va lo del padrino Emilio con el pupilo Baltasar; el banquero le afloja al magistrado, gratis et amore, 200.000 para su gira neoyorkina, y este se los ventila con la misma despreocupada indolencia que un ahijado un poco golfo que se lo estuviera pasando bien en Punta Cana. Nada más natural que el que tanta felicidad despierte envidias, ¿pero desde cuándo fue la felicidad un crimen?

A Garzón lo tendrán pues que absolver por activa y por pasiva, y solo entonces comenzará la verdadera Transición. Como padre de tres chicos abocados al paro, me conforta pagar impuestos para que los liberados sindicales, libres de tareas más acuciantes, acudan a engordar las manifestaciones por Garzón; el juez al que de momento solo le han parado los pies, pues cobrar sigue cobrando a dos manos: del Tribunal de La Haya, del gobierno de Colombia y del de Ecuador. Que allí se lo rifan y le doblan el caché (10.000 euros por charla), pues lo que sobra en el Tercer Mundo es dinero para dar y tirar. Entre tanto Garzón se ha ido a una chabola de una barriada de Pozuelo, donde vive en vecindad con otros indigentes, como Raul y Fernando Torres, en esa urbanización para marcianos diseñada por el estudio A-Cero. Pero quién me manda entrar en cotilleos, cuando todo el mundo sabe que los progres viven donde quieren y como quieren. Los que tienen que dar ejemplo y vivir como Dios manda son los conservadores.

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