Los zapatos de Mariano Rajoy

Los zapatos siempre han significado para mí un complemento destacado en el bien vestir tanto en hombres como en mujeres. Y ese sentir lo llevo en el afecto y casi en los genes, pues mi familia paterna provenía de Noreña, esa Villa Condal donde, según reza el dicho, todo consuela, por aquello de los legendarios curtidores y zapateros de notable tradición gremial y profesional. Y tanto mi bisabuelo como mi abuelo, mi padre y mis tíos se involucraron en el sector zapatero, unos de viejos curtidores y otros, en el mercado del zapato con varios bazares en Asturias.

Por todo ello, los zapatos tienen mucho encanto para mí y significan pisar fuerte y bien, además de ser todo un objeto de deseo, de estilo y de obra de arte. Y generalmente me fijo mucho en los zapatos del prójimo y, sobre todo, en los políticos y las gentes de la farándula, pues un fino y elegante zapato dice mucho de la persona y de su forma de ser. Incluso, hace un tiempo el calzado reflejaba bastante la posición social y económica de quien los calza. Y es que los zapatos no sólo proyectan la historia social, son un diario personal de nuestras vidas, piedra de toque que evocan una época, un momento, un lugar, una emoción. Como testimonios de las ocasiones en que se lucieron, los zapatos preservan el pasado, despertando recuerdos tan nítidos como los de un álbum de fotografías.

Mi padre siempre me comentaba que lo fundamental de un zapato es que fuera cómodo y funcional; sin embargo, muchos diseñadores apuntan que la funcionalidad y el confort están fuera de lugar, sobremanera tratándose de calzado femenino, pues más del ochenta por ciento de las mujeres compran zapatos un número inferior al que deberían usar. O, lo que es lo mismo, sacrifican la comodidad por lo bello, frívolo y estético. Lo dice la diseñadora Diane von Furstenberg: «Miras a tus pies y te guiñas un ojo a ti misma».

En fin... lo cierto es que los zapatos marcan un estilo y hablan con suavidad de quien los calza. Y, en este sentido, me voy a meter un poco con los zapatos del bueno, educado e inteligente Mariano Rajoy. Siempre que lo observo suele llevar un calzado tipo mocasín que en nada le favorece. Su complexión y su horma de pie ancho le piden unos zapatos bien armados del estilo Pala Vega, de tradición española (mallorquina), italiana o inglesa. Y si pueden ser de color marrón mejor que negros, aunque lo negro en estos casos es más protocolario. Ese tipo de zapatos clásicos marca la diferencia y señala la categoría de quien los lleva. Y con ellos pienso que Mariano Rajoy será más estadista y se va a sentir más seguro. Los que suele calzar son el estilo castellano con toque Sebago, buen complemento, pero apenas sujetan el pie y resultan anodinos a los ojos de un exigente observador. Pueden ser confortables, ligeros, pero no quedan bien en los amplios pies de una persona como Mariano Rajoy.

Ya sé que muchos pensarán que este comentario puede ser un tanto nimio con la actual situación que vive el país, pero lo escribo con el ánimo sincero de romper una lanza a favor de lo estético y lo correcto, sin ánimo de molestar y alcanzando la ironía adecuada al referirme a un complemento fundamental en la vestimenta de un individuo y máxime si es un jefe de Gobierno. Y como le tengo mucho aprecio a Mariano Rajoy, pues lo expongo públicamente a modo de orientación estética. Además, con los zapatos bien armados, de atar, resistentes y con el empeine y la pala bien ajustados, el novísimo presidente del Gobierno de España pisará fuerte, marcará mejor el paso y logrará esa aura de estadista europeo que los castellanos (zapatos) se lo impiden. Y dejará la marca «pepera» a un lado, pues Mariano Rajoy no sigue las consignas del vestir de ese partido, pues casi todos los militantes y mandarines están cortados por el mismo patrón, utilizando esos zapatitos con borla y amanerados que rompen el trazado y el equilibrio imaginativo de toda la vestimenta. Mariano es elegante y viste con sobriedad deportiva. Y unos Pala Vega mallorquines con o sin ribetes y de piel vacuna satinada acentuarán mucho más su etiqueta política y social, al tiempo que marcarán la diferencia con sus homólogos. No hay que olvidar que los zapatos dejan huella, la elegancia se transmite por el pie y la arquitectura del zapato da personalidad. Y si hay que dar un puntapié a alguno o alguna en cualquier momento de las infinitas y aburridas cumbres políticas para sacarnos de la infernal crisis, los zapatos con estilo y bien armados son irresistibles... Y Mariano debe saberlo.