Un chiste de mi tío
Siempre me llamó la atención la supuesta frase de Franco de que a su muerte todo quedaba «atado y bien atado». Viendo lo vertiginoso de los cambios políticos y sociales acaecidos a la muerte del dictador más bien todo lo contradecía. Pero hete aquí que treinta años después de aquella algarabía y setenta desde la Guerra Civil, el partido que concibiera el propio golpista se querella contra el juez que investigaba los crímenes que ellos cometieron. Y empieza a cobrar sentido la bíblica sentencia del general traidor, cuando el Tribunal Supremo la admita con dos c..., perdón por tres causas y viene a decir: a ver rojillos, podéis casar sodomitas y quitar los dos rombos a la tele pero la guerra la ganamos nosotros, que no se os olvide. El militar rebelde, ya anciano, también pronunció otra críptica frase a la muerte de Carrero Blanco. Echó mano del refranero para decir algo que en aquel entonces nadie entendió: «No hay mal que por bien no venga». Viendo el linchamiento a Garzón ya vamos pillando algo. Y me viene a la cabeza un chiste que me contó un tío abuelo mío en aquella época convulsa y alegre de la transición. Correría el año 79 u 80 y, de pronto, el bueno de mi tío se descuelga con un:
–Papá, papá, ¿a qué altura política crees que está la Falange?
–A unos ochenta centímetros.
–¿Ochenta centímetros? ¿Cómo que ochenta centímetros?
–Sí hijo, porque estoy de la Falange hasta los cojones.
Entonces me pareció trasnochado y anacrónico. ¡Ay, mi tío Aquilino!, siempre dijimos que era diferente, como mi España.
Juan Manuel García Busto
Oviedo
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