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El síndrome de lo público

6 de Febrero del 2012 - Francisco M. Domínguez Menéndez (Avilés)

No es suficiente la honradez y buena disposición, aunque necesarias, para gobernar, sobretodo y además, hay que tener ideas y, de esas, está huérfana nuestra Comunidad. Basta con poner vista y oído sobre cualquiera de los actos parlamentarios celebrados en la Junta para observar la incapacidad que en ella habita.

Estamos gobernados por políticos mediocres que en el mejor de los casos no pasan de ser funcionarios eficientes. La gran mayoría desconoce lo que significa diseñar estrategias de rentabilidad empresarial o criterios de solvencia laboral, porque se criaron a expensas de la ubre pública sin más destreza que la intriga palaciega, con el único objetivo de perpetuarse en los cargos políticos y agenciar un sitio de honor en la nómina electoral.

Pero con ser dramático el paisaje político de nuestra Asturias querida, la sociedad empresarial no le va a la zaga: sólo media docena de empresas asturianas, inmersas en proyectos internacionales, transitan la crisis con cierta solvencia, la gran mayoría depende de la obra pública como el pez del agua; sin ella, no tienen posibilidad, ya no de crecer sino de subsistir. Son pequeñas y medianas empresas que, además de sufrir la escasez en obra pública, sufren los impagos más que vencidos, de una Administración regional acuciada por un sinfín de problemas nunca resueltos y arrastrados, en muchos casos, de un pasado sin criterios de eficacia en el gasto.

Como no hubo criterio en la promoción de empresas creadas a través del IDEPA protegidas por la sombra de los fondos mineros: Alas, Diasa y VenturoXXI solo sirvieron para encadenar fracasos, despidos y despilfarros multimillonarios, en forma de subvenciones, y poner en la picota del cierre a empresas privadas como Azimut SA, entre otras.

De las transnacionales, asentadas mayoritariamente en Avilés, con domicilios legales en la City londinense, la Place de la Défense parisina, Luxemburgo y Suiza, sólo sabemos que el mercado no está como para tirar cohetes y pesa sobre sus trabajadores la espada de la deslocalización globalizadora. Pidamos a Dios que no se cumplan los peores presagios.

Si a estos nubarrones sumamos la indolencia protectora de nuestros legítimos intereses, manifestada por gobiernos del mismo cuño político de aquí y de allá, alcanzamos una aproximación, más o menos certera, que explica la actual situación que estamos viviendo y en la que estamos enroscados como una pescadilla a su cola.

En esta comunidad histórica mucho más que algunas de nuevo cuño-, seguramente por la tradición devenida de una época concreta, sufrimos el síndrome de lo público. Todos quieren beber de la misma fuente y, claro, cuando la fuente da síntomas de estiaje, quienes tienen el mando del grifo reparten la miseria y, ya se sabe con los que parten y reparten.

Todos quieren beber de la misma fuente pero sin pasar por el filtro purificador de la aptitud demostrada y, claro, cuando esto ocurre, cuando quienes tienen que dirigir y liderar no tienen más horizonte que el de la sobrevivencia personal, las consecuencias son nefastas para la sociedad en su conjunto y, sobremanera, para quienes sufren la desprotección social.

Y lo peor es que en el panorama político y social de nuestra región, no se atisban mejoras sustanciales a corto y medio plazo. Todo va a seguir igual después de unas elecciones de las cuales, previsiblemente, no saldrá ninguna mayoría absoluta. Seguiremos viendo, tal vez con nuevos matices, enfrentamientos personales, discursos que dejan a las claras la vacuidad de ideas y la perpetuación en el poder de una clase política que mira más para su interior familiar de afinidades partidistas que para la ciudadanía que ahora convoca y dice ser la causa de sus desvelos. El único aliciente de la próxima composición parlamentaria es observar a una cuarta fuerza, casi virgen en eso de la estrategia parlamentaria hasta ahora hubo más ruido de vísceras que silencios diplomáticos-, cómo se comporta si pasa a ser oposición junto a la otra derecha de doña Cherines. Mercedes Fernández y Álvarez-Cascos, tan buenos amigos en el pasado, enfrentados por el pastel electoral inmediato y, suponemos también, por el futuro. A falta de mejores pronósticos con algo hay que conformarse.

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