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La neuroética no es un mito

27 de Febrero del 2012 - Marino Pérez Álvarez (Oviedo)

Preguntaba María Ángeles del Brío León qué quería decir cuando, en la sección «La ciencia en casa», hablaba yo de la neuroética y de la neuroeconomía como mitos y oportunismos seudocientíficos. Dado el contexto de la entrevista, estaba diciendo que el cerebro no se puede tomar como objeto directo de entrenamiento como la musculatura del cuerpo o de adiestramiento como de un gato, toda vez que no tenemos experiencia de él. El cerebro no es propiamente un objeto con el que nos relacionamos (por más que se hable de él, a menudo a la ligera). Todo ello sin menoscabo de que el cerebro cambia a resultas de hacer esto y lo otro, gracias a su plasticidad. Los músicos y los matemáticos, y cualquiera que practique una actividad con denuedo y profesionalidad, tienen el cerebro cambiado en sus funciones y hasta en su estructura, siquiera molecular.

Pero ni los músicos ni los matemáticos necesitan entrenar el cerebro para hacer lo que hacen. El cerebro está implicado en todo lo que hacemos, incluyendo leer esta carta, para lo cual todo lo que se necesita es saber leer. No es necesario entrenar el cerebro, ni explicar su funcionamiento al niño y al maestro para aprender a leer, como ni el músico ni el matemático tampoco necesitan saber dónde tiene que cambiar el cerebro. Es muy importante saber cómo funciona el cerebro de los músicos y de los matemáticos, así como el de los que realizan actividades éticas o económicas, pero el cerebro no ayuda a ser un buen músico, matemático, ético o economista, ni explica qué son esas actividades. Las neuroimágenes relacionadas con comportamientos éticos y económicos no aportan nada que no se supiera ya en la ética y la economía, y lo más probable es que confundan a la gente atribuyendo al cerebro lo que, de hecho, hacen las personas y desviando la atención de lo que se debiera cambiar: el comportamiento, la persona, ciertas prácticas sociales, etcétera. No por presentar neuroimágenes del funcionamiento del cerebro en relación con las actividades humanas es más científico el conocimiento de ellas. Ese cerebro-centrismo, como lo llamo, responde más a una moda, mito e ideología que a hallazgos científicos que nos obligaran a pensar de otra manera acerca de los asuntos humanos. En este sentido la neuroética y la neuroeconomía podrían ser ejemplos, de oportunismos seudocientíficos.

Otra cosa es que la neurociencia tenga, como tiene, implicaciones éticas; pero éstas no se dilucidan ni resuelven mirando al cerebro. Mi crítica es a la neuroética como seudoexplicación del comportamiento ético, no a la ética implicada por la neurociencia, de la cual, por cierto, son excelentes los trabajos de la profesora María Ángeles del Brío León.

Marino Pérez Álvarez, catedrático de Psicología, Oviedo

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