La estrecha brecha de la vulnerabilidad
En medio de esta vorágine mundial, que afecta a todos los niveles de nuestra vida, leer el periódico supone un reto diario, en el que ser fuerte y superar el pesimismo que hundiría cualquier flota se convierte en el más grande de los logros.
Éste, sin duda alguna, es el peor momento histórico, político y económico que he podido presenciar en mis casi treinta años, y no sólo por las cifras numéricas que protagonizan portadas de diarios y abren telediarios, sino por todo lo que va detrás de esos millones de personas que nos recuerdan cómo aumenta la dificultad de recuperarnos de esta gripe de valores y sociedades que parece no tener antídoto de cura.
Las cifras del paro reflejan que ya son más de 5 millones (y aumentando) las personas que cada día se enfrentan al futuro en su lucha por eso que aún sigue siendo un derecho social, el acceso al trabajo.
Sin embargo, lo más preocupante es la velocidad con la que disminuye la estrecha brecha que divide a quienes se encuentran en una situación estable, aun con el constante miedo de perderla, de quienes se debaten entre permanecer en la vulnerabilidad o caer en la pobreza.
Marcando diferencia entre el vulnerable y el vulnerado, no podemos cuantificar el número de personas que sufren vulnerabilidad, pues entendida ésta como una posibilidad aún no producida, son muchas más de cinco millones las personas que la sufren, no únicamente las registradas en las oficinas de empleo (extraña terminología para los tiempos que corren).
Más preocupante es el número de familias vulneradas, las ya afectadas por esta catástrofe que las aleja cada día más de la superficie donde poder mantenerse a flote, en ausencia de apoyos que sirvan de colchón para la caída.
Cuando el vulnerado llega a su límite, entra a formar parte del otro grupo al que tanto teme llegar, la pobreza, con la ausencia de recursos que le permitan retomar lo ya perdido, la autonomía para satisfacer sus necesidades. Y si vamos mas allá, de no mejorar la situación y permitiéndome ser pesimista (perdónenme, pero me es difícil diferenciar entre el pesimismo y la realidad), seguirá engordando el grupo de los excluidos, quienes ya han perdido su autocapacidad para acceder a los agentes sociales sintiéndose incapaces de participar activamente y sin ayuda en su proceso reinserción, con toda la estigmatización social que ello conlleva.
Con esta situación, España se prepara para mayores recortes, con una reforma laboral que, lejos de mejorar la situación, hasta su propio autor teme las consecuencias, ignorando las alternativas de quienes demuestran que es posible otra salida.
Y Asturias se enfrenta a unas nuevas elecciones, asumiendo el retroceso que ello supone, por haber permitido jugar a quien no le importa abandonar la partida antes casi de empezarla y dejándole pelear con quien no le importaba ganar, sino únicamente hacer perder a su contrincante. Y las consecuencias afectan una vez más a la base de la pirámide del poder, donde se encuentran los que con su esfuerzo y lucha intentan construir una estabilidad, viendo cada vez más lejos a quienes los miran con la superioridad y tranquilidad de creer que jamás padecerán el día a día que hay bajo sus pies.
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