Dejadme llorar a orillas del mar
Rajoy, registrador de la propiedad; Sáenz de Santamaría y Arias Cañete, abogados del Estado; García-Margallo, inspector técnico del Estado; Ruiz-Gallardón, fiscal; Montero, catedrático; Fernández Díez, inspector de trabajo; Pastor, funcionaria; Soria y Guindos, técnicos comerciales del Estado; Mato, profesora de la UNED. Lo firma Pilar Garcés en LA NUEVA ESPAÑA del 10.02.12, en su Elogio de la monotonía. No vayan a pensar que esta señora tan progre está valorando positivamente la solvencia profesional del gobierno del PP; la lista que desgrana viene precedida del siguiente párrafo: Los próceres hispanos casualmente también gozan de trabajos seguros a los que volver si lo necesitan (fin de cita). Se entiende que los próceres hispanos son naturalmente de derechas.
Y se sobreentiende lo que no se dice; la verdad obvia de la ejemplaridad de la izquierda: los próceres y próceras del PSOE no tienen a dónde volver, los pobres y las pobras, cuando lo necesitan. Dejadme llorar a orillas del mar. Pero como uno, gracias a Dios, es razonablemente reaccionario y no percibe ciertas obviedades, déjeseme tratar de explicitarlas, a ver si adivinamos a dónde van esos mochuelos cuando dejan el olivo del poder. Al pobre Pedro Solbes lo ha visto Antonio Masip durmiendo bajo un puente, lo que tiene doble mérito si se tiene en cuenta que no tiene río Bruselas. Fernández de la Vega y Zapatero ocupan por turnos la misma casamata de la guerra en la Casa de Campo, pues ya me dirán a dónde se puede ir con 150.000 euros aunque te pongan coche y chófer. El pobre Moratinos, si no se muere de hambre, es porque come de la F. A. O. A Bibiana Aído le tuvimos que poner un tablao en Nueva York. Melanie, la de la catenaria, tiene un pasar como conserje en no sé qué chiringuito financiero mundial. Por no hablar de las Pagines y los Blancos, que lo han dejado todo por servir a la comunidad, y cuya precariedad dramática es como para llorar y no parar. Y entiéndase por todo no preparar unas oposiciones, no terminar una carrera o ni siquiera empezarla.
¿Quién te va a defender mejor el puesto de trabajo que una izquierda que sufre en sus carnes la inestabilidad? Tal sería el mensaje subliminal de Pilar Garcés en su Elogio de la monotonía. A lo que se enseña sin decirlo y no se dice precisamente para que cale, lo llaman los pedagogos el curriculum oculto; y dicen que es la más eficaz pedagogía. Garcés, Vallés, Ponte, Gómez Ojea et alii educan a la ciudadanía en valores desde las páginas del periódico. Escritores de segunda división que ejercen de periodistas de primera, añadiendo a sus lecciones el plus del prestigio literario. Menos que nada es uno para restar o añadir méritos, pero segunda división no es poca cosa y de ella se asciende a la primera (los citados están en buena edad de conseguirlo). Pero una cosa es hacer literatura y otra ejercer de intelligentsia áulica de esta izquierda nuestra que come con los dedos. Además, si hay que comulgar con ruedas de molino, uno preferiría que, en vez de darnos la callada por respuesta, nos cantaran gregoriano.
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