Políticos
Una vez, hablando sobre política, comuniqué a mi interlocutor que a mi entender el mejor político sería aquel que consiguiera mantener a la población contenta y además no realizara ningún cambio, sino simplemente mantener lo que el político anterior le dejó y en la medida de lo posible optimizar eso que había. En definitiva, para mí un buen político es el que menos hace, el que menos cambia, el que menos transforma. Y si alguna vez realiza algo, ese algo lo hará bien, y la población siente que tiene un buen gobernante. Y digo esto porque desde hace ya mucho tiempo no hay político que no presuma de hacer transformaciones, cambios, innovaciones, construcciones y grandes obras de infraestructuras. Es la locura por hacer, hacer y hacer aunque no se necesite hacer nada en esa especial circunstancia, pero el deber obliga. Y todo esto viene a cuento porque yo he visto cómo Oviedo de la noche a la mañana iba cambiando y los ovetenses cada vez estaban más contentos y siguieron votando al mismo alcalde, el señor Gabino, que es una elección muy respetable, pero que no la comparto. He visto cómo aparecía el variado mobiliario urbano, he visto cómo aparecían las farolas, he visto cómo Oviedo se llenaba de las mal llamadas fuentes (para mí no son fuentes, son géiseres gigantes), he visto cómo el bello depósito de aguas de Pérez de la Sala era engullido y tragado por un mastodóntico edificio llamado Auditorio, he visto cómo todos los años cambiaban los baldosines de las aceras, he visto cómo surgían como hongos unos edificios feos y deslabazados en la calle Independencia, popularmente conocidos como los cubos, he visto cómo aparecía frente al Instituto Aramo un macroedificio de cristal y hierro, las consejerías, he visto las prisas que se dieron para edificar en el solar que ocupaba antes el estadio de fútbol, ¡qué bien habría quedado ahí un parque!, pero lo que tenemos es la monstruosidad del Calatrava, he visto el despropósito que han hecho en el Museo Arqueológico -si ya sé que según los periódicos la culpa no es del Ayuntamiento, sino del gobiernín, pero igual me da, porque el estropicio está en la ciudad. En fin que yo he visto demasiado y lo que siento es que mis descendientes vean la ciudad que yo veo, pero no puedan ver lo que era una preciosa obra civil como era el depósito de aguas, o que no puedan ver el Arqueológico tal como era antes. ¡Ya es pena!
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