Algo perdió Rodrigo Rato en el FMI
Aún no digeridas por la progresía las sentencias de Paco Camps y Baltasar Garzón, se une al espectáculo la boca reaccionaria de Rodrigo Rato para reclamar la homologación salarial de nuestros próceres con los de su misma clase y naturaleza del centro europeo.
Podría reclamar la homologación europea del salario mínimo interprofesional o de las pensiones de jubilación, por poner dos ejemplos. Pero no. A Rato no le preocupa ni lo uno ni lo otro. El primero, porque él jamás va a cobrar ese salario para indigentes, y el segundo, porque ya tiene bien abrochado económicamente el retiro laboral.
Si algo tiene la derechona, es que una vez alcanzado el poder no tarda mucho en enseñar la patita. Al cuarto de hora comenzaron con la elevación de unos impuestos que iban a reducir; eso sí, con gran dolor de corazón y porque la coyuntura lo exige. Media hora más tarde prosiguieron con el abaratamiento del despido, como si eso fuera a crear empleo y, a la hora en punto, culmina Rato, en un alarde de confraternización de clase, pidiendo aumento salarial para una ralea que nos llevó hasta la cima de la miseria. Porque si mal lo hizo ZP, que no seré yo quien le defienda, Rajoy y su tropa también tuvieron, desde la oposición, su parte de responsabilidad en la tragedia. Bueno, a lo mejor estoy equivocado.
He de confesar que las sorprendentes declaraciones de Rodrigo Rato me pillaron en posición escatológica por lo cual estuve en un tris de utilizar las declaraciones para otro menester menos ilustrativo, pero me contuve. Pensé que las almorranas merecían mejor trato y, después de todo, ¿quién es este personaje en el panorama nacional?
Rodrigo Rato es uno de esos políticos salidos de la factoría publicitaria del PP. Nos vendieron bajo su responsabilidad ministerial, muy mal vendido por cierto, todo el patrimonio empresarial español: Argentaria, Tabacalera, Telefónica, Endesa y Repsol, entre otras grandes empresas, pasaron a manos privadas en la época dorada del renacimiento nacionalista español.
Los triunfos económicos de esta era, personificados en el cuerpo de Aznar y la cabeza de Rato, todavía fueron utilizados, con gran éxito a juzgar por la respuesta electoral, durante las anteriores generales como tarjeta de presentación fiable. Veremos hasta dónde nos lleva todo el poder cedido. Ojalá que llegue a buen puerto por el bien de todos.
Del paso de Rodrigo Rato por el FMI hasta que salió huyendo por pies, mejor no hablar. Ahora bien, lo que sí conviene denunciar es que Bankia, entidad financiera que Rato preside, es una de las que vendieron, legalmente pero aprovechándose de la ignorancia ajena, las famosas participaciones preferentes que son algo así como un negocio redondo para el banco y la ruina para el pobre ahorrador que se ve desposeído de su capital.
Dice Rato que el ejercicio público no es una función lucrativa, pero hay ciertos límites en los que las remuneraciones en el sector público deben estar a la altura de las responsabilidades. Y yo me pregunto: ¿acaso los cientos de ingenieros industriales, economistas, abogados, médicos, etc., etc., todos ellos mileuristas, tienen bien pagadas sus responsabilidades y sacrificios?
Este señor o bien perdió la vergüenza o la cabeza, pero alguna de las dos cosas, o las dos, seguro que se dejó olvidadas en el Fondo Monetario Internacional. Claro, es lo que tienen las prisas.
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