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Reformar la estructura del conocimiento

17 de Febrero del 2012 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

La reforma que más necesita España es la de una estructura del conocimiento que no tiene. No ponemos en práctica los conceptos formativos que facilitan el progreso de los sistemas productivos de un país y, sin esa comprensión, no iremos muy lejos hagamos las reformas laborales que hagamos. Es un despropósito que sigamos sin desarrollar y aceptar formalmente una estructura del conocimiento que contemple lo que los países más avanzados ya han diferenciado y desarrollado: la formación permanente de cara a la empleabilidad de las personas y al desarrollo de las ocupaciones de los sistemas productivos. Un sistema formativo que genera la alternancia, en un bucle de realimentación permanente, entre las empresas, sus ocupaciones, y el desarrollo de los contenidos específicos de la formación permanente. Pues, más allá de la formación inicial, aparece el campo ocupacional, mucho más avanzado y específico en sus contenidos de cara al empleo y al desarrollo de la competitividad industrial.

Aquí, sin embargo, llevamos décadas haciendo desaparecer el sistema de formación permanente que, correcto y público, avanzaba hacia nuevos campos tecnológicos en el SEAF-PPO. Un sistema que se mantuvo eficaz dentro del Inem en la década de los ochenta, aunque se le cercenase su ímpetu al declarar a sus funcionarios docentes como «no docentes», y se convirtiese a la escala superior técnico docente en una escala de gestión. Nada fue impremeditado, lo que nunca pudieron pensar estos funcionarios docentes por los que cotizaba la Dirección General de Enseñanzas Medias era que el Inem no pelearía por el desarrollo de este sistema formativo una vez que se sabía que los fondos estructurales en formación los recibiría el Inem como fuente autorizada que iba a ser, y que fue, del CEDEFOP. Así comenzó en los ochenta una reforma cuyo fin principal, y primordial, era la desaparición de este sistema para hacer un engendro integral de aquello que, sin embargo, debía ser bien diferenciado; y así continuamos. Pero entremedias, se despilfarraron los fondos estructurales para la formación que nos destinó Europa con el fin de desarrollar nuestra competitividad industrial, y la hemos dejado en muy manufacturera situación frente a la robotización industrial. No sólo hemos hecho desaparecer este sistema público de formación, sino que le hemos hecho mofa y escarnio. De qué otra forma se puede considerar que, tras haberse deshecho de los instructores docentes que como funcionarios impartían sus especialidades en los centros públicos que les eran propios, se contratara a profesores cuya denominación administrativa llega a ser la de: «expertos docentes no docentes, indefinidos, fijos discontinuos»; unos profesionales motivados, aunque, se debe decir, en permanente inseguridad laboral y en la que aún continúan.

Obcecados, todos, en el exterminio de este sistema formativo, no se reconoce que, más allá de esa FP inicial en alternancia con la educación, existe una FP permanente para la empleabilidad en alternancia con las ocupaciones de las empresas. Hemos creado un INCUAL de despropósitos, y todo ello lo vamos a pagar muy caro, ya lo estamos pagando. A la ciudadanía debe explicársele la secuencialización de estos sistemas de contenidos bien diferenciados. No sólo está esta secuencialización de contenidos, sino que existe otra secuencialización ortogonal a ella en ocho niveles profesionales de los cuales, los cuatro últimos, conciernen a los acuerdos de Bolonia. Y claro, aparte de la formación inicial de los grados, deberá existir la más avanzada especialización ocupacional de los másteres, o la de las formaciones específicas en tecnologías de cara a la empleabilidad y al desarrollo de las ocupaciones en unos sistemas productivos que están en constante avance hacia procesos de automatización y robotización.

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