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El oficio de la crítica

13 de Febrero del 2012 - Constantino Díaz Fernández (Oviedo)

Apenas ha tomado posesión el Gobierno del PP y tomado sus primeras medidas para tratar de poner freno a los dos grandes problemas que tenemos planteados, economía y empleo, cuando, sin dejar ni siquiera el mínimo margen de tiempo para analizar los resultados que permitan una valoración objetiva, ya se están prodigando las críticas de todos aquellos que parecen tener como oficio la oposición permanente a todo lo que se hace desde el poder establecido, sea del color que sea, sin otro objetivo que animar las tertulias o llenar las páginas de los periódicos. No es que no tengan derecho a ello, faltaría más, la democracia da para todo; pero, en estos casos, si se echa de menos la ponderación y equilibrio en el juicio.

En estos días, a propósito de la reciente reforma laboral impulsada por Rajoy, quedaremos ahítos de escuchar y leer todo tipo de declaraciones al respecto; desde fervientes adhesiones a mortíferas críticas. La verdadera razón, como siempre, la dará el tiempo. Lo que se impone, por tanto, es tener un mínimo de paciencia y posponer el juicio para poder opinar sobre resultados; es decir, dar un margen de confianza al Ejecutivo y aplaudir o silbar a su debido tiempo.

Al filo de lo anterior, y dado que soy lector habitual del diario La Nueva España, entre otros, me llamó poderosamente la atención la columna que Javier Neira publica en su habitual apartado de la página 2 (Cien líneas), con fecha 13/02/2012. La verdad es que no se puede hacer una interpretación más negativa y apocalíptica de la citada reforma, con enmienda a la totalidad, sin ninguna concesión. Decir que entramos en un túnel del tiempo que nos puede llevar a la época de los siervos de la gleba, situación, por otro lado, que si se puede asociar a los clientes cautivos y esclavizados por las abusivas cláusulas de los contratos de crédito o préstamo establecidas por las entidades financieras, o que podemos volver a los tiempos de Salvador Seguí, no sé si referido a su condición de anarcosindicalista, con ideario anarquista, o a su faceta de pintor, que fue con la que se ganó el pan de cada día, al tiempo que reclama la vuelta de Zapatero, que, por cierto, tanto denostó, me parece un exceso impropio de un comentarista de opinión. Todo mi respeto para el cronista, pero, a partir de ahora, tendré que poner en cuarentena todo lo que escriba.

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