Un compás de espera
Si mayormente acotamos la mirada, por ejemplo, a la economía europea, y en ella a la de España, el panorama no puede ser más desolador. Doy por sabido y, por lo tanto no hago recuento de incontables factores o condicionantes que lo generan o lo mantienen, porque de algún modo ya los conocemos casi todos desde que a diario, en tertulias televisivas o en la prensa escrita, en tanto que algunos aspectos o contenidos son tratados con seriedad y rigor, otros muchos siguen siendo objeto de consideraciones más bien simplistas y banales, expuestas casi siempre con inusitada vehemencia y no escasa petulancia. Algo de esto se aprecia y es extensible a otras muchas cuestiones de mayor enjundia que salen a la palestra a diario.
Subtítulo:La necesidad de trabajar unidos en una España cansada de agoreros
Destacado:El pueblo español está esperanzado pero, al mismo tiempo, expectante y hasta temeroso
Todo esto viene a propósito de que la gente está cansada de agoreros y otros malos preceptores, que han sembrado la confusión y la división en nuestra convivencia social, que quiere y busca, de una vez por todas, otros derroteros y horizontes donde necesitamos invertir nuestras mejores energías. Es conocido por todos que los últimos comicios de nuestro país han despedido a gente que no cesaba de hacer promesas incumplidas mientras se dilapidaban bienes, se destruía trabajo generando legiones de desempleados, se impulsaba a la sociedad hacia su propia decadencia moral mediante el cuestionamiento de principios y valores éticos y morales, que constituyen el fundamento de su existencia. Posteriormente han sucedido otros de quienes esperamos restañen las heridas producidas y hagan volver a florecer los ideales por los que a todo buen español le ha tocado alguna vez luchar. No se discute que en poco tiempo el cambio político e ideológico ha sido grande. El pueblo español, que es el que ha protagonizado tales cambios, está esperanzado pero, al mismo tiempo, expectante y hasta temeroso.
El cumplimiento fiel del programa electoral del partido ganador tiene que ser irrebatible para el logro de la credibilidad, desde hace mucho muy denostada en este país. Pero todo ello requiere su tiempo, un compás de espera, un voto de confianza, durante un tiempo razonable, máxime si se ha de reconstruir sobre un suelo desolado o tener que instaurar proyectos innovadores o acciones creativas. Con todo, no cabe duda de que la nueva situación surgida del 20-N ha traído a los españoles esperanza, ilusión, renovado ánimo para sacar a España del pozo en el que yace y hacer que ocupe con toda legitimidad y merecimiento el lugar que le corresponde. Ésta es la meta de estos próximos años, que no podrá conseguirse si antes no existe por parte de la ciudadanía entera una determinación clara y firme de trabajar unidos. Esto exige, como condición indispensable y previa, desterrar de nosotros la crítica destructiva o estéril, la insolidaridad, el engaño o la mentira, la ambición egoísta, la descalificación permanente… y contra tales defectos, la práctica de las virtudes contrarias: unidad, laboriosidad, honradez, amor a la verdad, etcétera. Todo un programa y un reto para un pueblo que ha manifestado su voluntad de caminar por el buen sendero.
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