Galinda, madre y señora
La conocí una tarde en el andén de la estación de ferrocarril de Mieres. Hasta allí llegaba para pedir la mano para un cuñado mío, José Aurelio Tesouro, gallego como yo. Me impresionó el cariño de su acogida. Estaba en Asturias -¡qué linda yes!- y al Principado volví el día de la boda y muchas veces más.
Me enamoró Asturias durante una larga temporada que estuve con Galinda Vallina y su esposo, José Aurelio, por razones que no vienen al caso.
Recorrí con ellos los verdes prados, las altas montañas. De Ribadesella a Covadonga. De Oviedo a Gijón..., a Luarca. ¡Qué linda yes, Asturias!, me decía una y otra vez. Galinda Vallina, con su esposo y sus hijas Ana y Beatriz, todo hospitalidad. Todo afecto. Todo cariño para todos. Nos llamábamos por teléfono desde esta mi tierra ourensana -gallegos y asturianos, primos y hermanos, nunca mejor dicho-.
La última vez un 7 de este marzo, cuando rompe la primavera. Luego la mala noticia: Galinda fallecía súbitamente. Y hasta el Riaño de sus orígenes llegué con las lágrimas del corazón cayendo a raudales. Abracé a Aurelio, como ella lo llamaba. Y me vino a la mente, en el funeral, el poema de García de Resende: Mira, gentil dama, / el tu servidor / como está tan triste, / con tanto dolor.
Allí en Riaño espera mi admirada y querida Galinda la Resurrección en la que creía. Era cofrade del Sagrado Corazón. Volveré a Riaño si Dios lo quiere y depositaré una rosa en su tumba. Galinda Vallina madre y señora...
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