¡Cállate Ponga!
Pues empieza bien doña Cherines. Su declaración de intenciones, no ya si llega a la presidencia de la comunidad, sino desde ahora mismo, es buscar avío para su amiga del alma Isabel Pérez Espinosa. Un acto inconsciente que esta sociedad, angustiada por tantas cosas, no debería olvidar el día veinticinco de marzo.
Es grave, muy grave que la dirigente de un partido político con aspiraciones a liderar un gobierno regional, anteponga la solución laboral de sus amigos a la de cien mil asturianos que claman por un puesto de trabajo. Esta desfachatez, si no lo es, raya lo delictivo.
Como esa frase para enmarcar, dicha por Gabino de Lorenzo: el PP nunca ha dejado a nadie tirado. Éste, después de sollozar todo tipo de intercesiones, consiguió huir de la ingrata alcaldía ovetense para instalarse al calor de la Delegación del Gobierno en Asturias. Pero hay más: el lavianés Ovidio Sánchez, conocido por su incapacidad de liderazgo y destreza en abrazar farolas, también encontró el camino adecuado para escabullirse entre los leones del Congreso.
En la otra orilla es un decir-, la voz de Manuel Ponga clama justicia para su protegido. Nunca nadie consiguió llegar más lejos con menos valía y preparación intelectual: ocupó plazas tan significadas como la alcaldía de Avilés, delegación del Gobierno y presidencia de la Autoridad Portuaria de Avilés, aunque ahora sólo le quede el recuerdo de aquellos días gloriosos. En realidad, este metepatas sigue en lo de siempre: ahora ejerciendo de jubilado follonero para conseguir unos minutos de gloria en algún noticiario. Flaco favor le hace a su organización. Debe creerse la única voz autorizada en el socialismo asturiano. Pobre hombre, no es más que un jubilado resentido, aspirante a cacique, que nunca explicó convenientemente los tejemanejes de concesión de la nueva lonja pesquera cuando era titular del puerto de Avilés.
Aunque le sirva como argumento peregrino, seguro que es consciente de que el éxito electoral del PSOE avilesino es más demérito de la acción intrigante de su homónimo político Joaquín Aréstegui, que mérito de la dirección y buen hacer de su amigo Álvaro Álvarez.
Manuel Ponga, promotor de políticos como Santiago Rodríguez Vega, la señora Monteserín o el mismísimo Álvaro Álvarez, es todo verborrea, nunca tuvo discurso político. En su día perteneció a aquel grupo llamado el de los renovadores de la nada. Todo un fraude como quedó bien demostrado con la caída del felipismo.
¿Pero puede haber alguien, en la política activa o fuera de ella, que se crea o le crean imprescindible? ¿Pero acaso los políticos no han de renovarse? Este individuo, me refiero al señor Ponga, con sus declaraciones solo pretende salvar la nómina de su ahijado político y seguir conspirando contra su propio partido. En la práctica ideológica no se diferencia en nada de la señora Cherines, Gabino de Lorenzo y Ovidio Sánchez. En nada.
Si algo positivo queda de todos los despropósitos habidos en los últimos seis meses de gobierno forista, es la higiénica ventilación que pepé y pesoe se vieron obligados a realizar en sus respectivas listas electorales. Lo del Pacto del Duerno en La Zoreda es mucho más que una simple especulación.
Al final, Álvarez-Cascos consigue llevar a cabo la venganza política ayudado en la empresa por su enemiga íntima María Dolores de Cospedal, que fue, en definitiva, la mano que meció la cuna de la lista electoral del PP asturiano.
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