El botín de Garzón
El Botín de Baltasar ya se sabe que es el querido Emilio, el tío de América del talonario ligero. Pero hablamos ahora del botín del diccionario; es decir, el de los despojos apropiados por conquista, el de las ganancias de rebatiña. Dice la garzonería que lo que cobraba Garzón en Nueva York (una pasta) no es cohecho porque no lo cobraba como juez. Vale; pero el sueldo de magistrado que siguió cobrando durante la excedencia, ¿lo cobraba como bombero? Va a ser que con la derecha cobraba como juez y con la izquierda como conferenciante. Sin que se enterara la derecha del juez cuánto caía en la izquierda del conferenciante. Apasionante y ejemplar.
Ya en el episodio sentenciado de la autorización de escuchas, si no era Garzón la Santísima Trinidad era por lo menos el santo binomio del desdoblamiento de personalidad que le permitía ser, en el mismo proceso, la zorra de la instrucción y el guardián de las gallinas que salvaguarda los derechos de la defensa. Pues ahí lo tienen cobrando como juez de la Audiencia y cobrando como no-juez de los banqueros (que, oh casualidad, tenían problemas con la Audiencia). A ver si lo de Garzón va a ser un caso clínico de trastorno bipolar.
Un poco de decencia, por favor. Volvamos con Parménides al arranque de la lógica: El ser es, el no-ser no es; y no se puede ser al mismo tiempo ser y no ser. En plata (que es lo que interesa en el caso de Garzón): o cohecho por hacerse financiar por quienes tenían cuentas pendientes en los tribunales, o estafa por cobrar como magistrado cuando no lo era. A no ser que sea la de Parménides, en su poema, prosa alquilada por la derecha nacionalcatólica, al servicio de una justicia genuflexa.
De todas formas, a estas alturas, al cabo de tantos embrollos y trapisondas, lo más apropiado al perfil de Garzón sería verle montar una red de gasolineras con un tal Pepiño y con la Sra. Bardem como relaciones públicas. Hace falta estar muy ayunos de información o tener el sentido moral muy estragado para ir de palmeros de un sujeto tan anómalo (en el sentido fuerte del término), que encima pretende ejercer de juez universal.
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