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En homenaje a José María, mi padre

20 de Febrero del 2012 - José María Ruilópez

José María, mi padre, falleció el pasado día 10 de febrero en Gijón. En Teverga, donde había nacido hace 90 años, era más conocido por Chelo. Un apelativo que le puso su madre siendo niño. Había desarrollado su vida laboral en la administración de Hullasa, la empresa minera del concejo, alternando este trabajo con los aprovechamientos de carbón de río, en un proceso de lavaderos, donde se separaba la tierra del carbón que acumulaban las escombreras asturianas que arrojaban a los ríos las empresas mineras.

Hombre trabajador, educado, alto, elegante, cuidó de modo ejemplar de mi madre, enferma desde el día de su boda hasta el fallecimiento de ésta en 1992, habiendo sufrido una operación en Madrid de una estenosis mitral en 1954, llevada a cabo por el Dr. Enrique García Ortiz, con una técnica innovadora con llamativo éxito. Dándose la circunstancia de que estaba embazada de mi hermana, por lo que fue el primer caso de España y uno de los primeros de Europa, y del que se hizo eco la prensa especializada. Y otra operación en Oviedo por el Dr. Alonso Lej en 1972.

Esta enfermedad marcó de por vida la convivencia en nuestra casa, y las obligaciones siempre giraban alrededor de mi madre y su dolencia. Y que, con frecuencia, impedían que se llevaran a cabo conversaciones con él que ahora añoro. Y a la que, incluso, en alguna ocasión, iba a visitar a Teverga el Dr. Cosío desde Oviedo, cuya minuta equivalía a la mitad del sueldo mensual de mi padre en Hullasa.

Subtítulo: Un hombre que dibujó con su conducta un modo de bien hacer

Las anécdotas que jalonaron la vida de mi padre rozan lo exclusivo: gran nadador, dotado de una gran capacidad pulmonar, es conocida la historia de cuando se ahogó en Teverga un chico de 16 años, llamado Jesús, hijo de Joselín y doña Nieves, profesora de piano, en el «Vanzoa» del pueblo de Entrago, donde los jóvenes se bañaban en el verano, y tuvieron que ir a llamarlo a la oficina para que sacara el cadáver porque nadie lo conseguía. En otra ocasión consiguió que suspendieran una traca de voladores porque mi madre estaba muy grave en el hospital y cada explosión la mortificaba. Tras la operación de ella en Madrid logró que la Seguridad Social le abonara la estancia de dos meses que estuvimos los tres en Madrid.

José María, mi padre, no fue un personaje para la gran historia, ni un hombre que resolviera los problemas de la humanidad, sino que dibujó con su conducta un modo de bien hacer, de ejemplo a seguir en lo familiar, una conducta noble, inteligente, interesado siempre por el mundo a través del diario «Pueblo» primero, y LA NUEVA ESPAÑA después. Sintió siempre una gran curiosidad por el idioma. Sus cartas son un modelo de redacción, a pesar de sus limitados estudios. Fue un sufrido perdedor de la Guerra Civil, que lo marcó para siempre con la muerte de dos hermanos durante la contienda: Carlos, en el frente republicano; y Fina, raptada a los 21 años de su casa y de la que nunca más se supo.

José María, mi padre, por siempre…

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