Al Hospital Valle del Nalón
Vivir, bonita palabra, sobre todo cuando podemos disfrutarla en todo su esplendor.
Somos una familia de gran intensidad que se va apagando poco a poco y cuando se consume nos convertimos en la estrella más bonita del firmamento. Ésa es la versión más dulce y menos dolorosa que se les puede contar a unos niños que pierden a su abuela tras una enfermedad muy dolorosa en la cual las complicaciones cobraron gran importancia, llegando a ser éstas los titulares de un triste final.
Lo más bonito será contarles en unos años la lucha que un equipo de grandes profesionales mantuvo con esta enfermedad para poder salvar la vida a una paciente que tenía ya la guerra perdida desde el principio. La actitud positiva que mantuvieron desde el minuto cero, nunca dando por perdida esta guerra, librando pequeñas pero importantes batallas, sin poder ganar por circunstancias del destino la guerra; fue infinito el apoyo mostrado a la familia de María Clara de la Paz Murias Álvarez, informando en cada momento de cualquier altibajo de la enfermedad con la mayor sinceridad y objetividad posible, y sobre todo los cuidados realizados a esta paciente. Ver que comparten el dolor y se solidarizan con las familias los hace humanos, pues yo me quedo con las miradas de tristeza cuando ya no había nada más por lo que luchar; quisiera que todo el mundo entendiera que no son Dios, son personas que desempeñan un trabajo muy complicado que es dar calidad de vida a las personas y tratar la enfermedad al mismo tiempo que hacen terapia psicológica con la paciente y su familia, que a mí me consta que es la parte más difícil de esta profesión.
Por esto y por muchas más cosas, la familia de Clara queremos dar las gracias públicamente a todos los médicos que pelearon por mantener la calidad de vida en una paciente que era portadora de una grave enfermedad. Quisiera empezar por los otorrinos Nievares y Noval, que vieron que un gran problema local se les escapaba de las manos por complicaciones totalmente ajenas a éste. Los médicos de UCI, Bernabé, Velasco, María, Serida, Vigón y Águeda, y, cómo no, a Joaquín Mejido, que estuvo pendiente en todo momento de su evolución y en sus manos quedó el desenlace, haciendo que éste fuera lo menos doloroso posible para ella y sus familiares. Todo este trabajo de cincuenta y cuatro días fue compartido con un gran equipo de enfermería tanto en UCI como en la planta primera B del Hospital Valle del Nalón; gracias a todas las enfermeras y auxiliares que le disteis todo el cariño, amor, comprensión y ánimos en algunos momentos en los que la familia no estaba con ella para dárselos.
Muchas gracias a todos y cada uno de ellos, éste es el mejor sabor de boca que deja un triste final, saber que un ser querido estuvo en las mejores manos, que se luchó hasta el final, nunca dando la guerra por perdida.
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