Vaya un lío

11 de Marzo del 2012 - Alberto Sorribas Menéndez (Oviedo)

Acabo de ver en la televisión el debate de control al Gobierno por parte de la oposición. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, Rajoy explicó crudamente lo que casi toda España piensa, aunque nos quedaba una remota esperanza de que la cosa no estaba en estas condiciones... sino bastante peor.

«Estamos en un estado crítico», dijo; y los que hoy son oposición sonrieron, como si la cosa no fuera con ellos, como si no fueran culpables de este desastre que padecemos, casi me atrevo a decir que hasta se regocijaban de lo que habían dejado al nuevo Gobierno. Pues si el desgaste al nuevo Gobierno es a costa de la ruina de España, toda esta gente no debería de estar en esto de la política.

Zapatero ahora se va, para eso que llaman el Consejo da Estado, lo pongo con mayúsculas, porque debe de ser algo muy importante; y por si alguien está bien documentado sobre lo que es, me gustaría saber ¿para qué vale?, a mí, y mientras no me demuestren lo contrario, me parece que es algo así como el llamado cementerio de elefantes.

Que el ahora ex presidente, para subsidiarle con una más que sustanciosa pensión, me parece un escándalo de los muchos que vemos un día sí y otro también. ¿No le es suficiente lo que ya recibe como ex presidente? Cómo vamos a salir de esta situación los españoles mientras tengan tantas prebendas todos estos.

Los sindicatos son necesarios, pero estos que tenemos que amenazan todos los días, con manifestaciones, con huelgas, para ellos mismos ser los primeros en pescar en este río revuelto, donde de seguir así llegará el día que ni los impuestos serán suficientes para todos estos; los que ya se fueron, los actuales y los que llegarán a esto de la política. Estoy de acuerdo en que a los buenos gestores se les gratifique como merecen, pero, por lo que vemos, hay una mayoría que no pasaría más allá del salario mínimo.

Las subvenciones que se dan a los sindicatos, concretamente, deberían de ser para ayuda del paro, así de esta forma trabajarían algo más, para ayudar a salir de esta mala situación a los desempleados.

Ahora tenemos bastante con eso del juez Garzón, los voceros se sitúan al lado del Tribunal Supremo, para increparlos y llamar de todo a los jueces.

¿Esto es legal?, que a todo un Tribunal Supremo lo tachen de fascista, de franquista y toda clase de improperios, porque no están de acuerdo con todo lo que vaya en contra de sus «convicciones». Me parece que esta gente se pone al margen de la ley, y eso que entre ellos hay más de un jurista. No podían faltar los sindicatos, los comunistas, que al parecer son los paladines de la libertad. Yo no conozco ningún país donde esté asentado el Partido Comunista donde haya un mínimo de libertades, que a mí esta palabra me suena a música celestial. Pero me gustaría saber ¿qué es esto de la libertad?; algunos la quieren imponer por decreto, pero yo más bien creo que la libertad no es un sistema impuesto, sino una actitud personal del que, seguramente, gozarán muy pocos.

Las medidas que alborotaron a esta gente, ya lo dije en otra ocasión, son insuficientes para sacar a España de esta crisis, aún queda lo peor, el tiempo será testigo, y que conste que no me gusta ser «agorero».

¿Cómo es posible que aún se siga subvencionando a los sindicatos? Que lo hiciera Zapatero para que no se le revolucionara el personal, bien. Pero estos sindicatos, por lo que veo, aún están anclados en el pasado siglo, no pueden ser poco menos que funcionarios de los gobiernos, porque dejarían de estar legitimados para ejercer sus obligaciones con los trabajadores, que deben de ser que con sus cuotas den libertad para ejercer sus funciones con toda independencia.

Ahora una ilustre periodista nos dice preguntando: «¿No serán demasiado “sinceros” estos políticos de la derecha?, pues todos los días afirman lo que los otros negaban. Es decir, preferimos seguir con el engaño, al parecer somos lo suficiente masoquistas para tratar de que nos sigan engañando la realidad».

Ahora tenemos otro gran problema, que a mí me está dejando sin uñas, pues parece que estamos deseando que llegue el día del juicio para saber si el señor Urdangarín va a recorrer los treinta metros que lo separarán de la puerta de los Juzgados a pie. Vaya un problema, sobre todo, para mí, que mucho me temo que volveré a visitar a mi psiquiatra para ver si lo que pienso es lo correcto o tengo la cabeza, de nuevo, como un puzle desordenado.

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