El Papa Benedicto XVI y Daniel Capó
El sábado 25 de febrero de 2012, y en el apartado de Opinión (página 2), don Daniel Capó publica un comentario titulado «El doble fracaso de Benedicto XVI. EI silencio del mundo ante los mensajes papales».
Ya de entrada se contradice con el título y su comentario final, en el que se refiere a «que el tiempo juzgará el acierto o desacierto de este papado». Cada Papa tiene su identidad propia, a parte de las opiniones y posturas ante los problemas que la historia depare en cada momento, y el Papado no precisa un programa previo de gobierno, entre otras cosas porque no sabe quién va a ser elegido, y no es esa la finalidad como pueda serlo la del gobierno de cualquier país. El Papa, al ser elegido, no aspira a hacerlo mejor o superar a los que le han precedido, y no tiene sentido compararle con ellos. El Papa es continuador del mensaje de Jesucristo transmitido a los apóstoles y esa es su función principal, y así lo expresa la «lectura breve» de la liturgia del común de los pastores, a los que exhorta: «Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y siempre. No os dejéis arrastrar por doctrinas complicadas y extrañas».
Admite en su artículo iniciativas y decisiones acertadas (nombramientos, transparencias financieras, denuncia de pederastas, añado yo, crímenes sexuales etcétera) y sin embargo afirma que eso importa poco ante el fracaso, que lo concreta en la reforma de la Curia, intrigas internas etcétera, y que le incomoda la gestión de la política diaria. ¿A quién no incomodaría la gestión en su entorno? Ante noticias (probablemente interesadas y habituales, por otra parte, en todos los papados), de la prensa y TV italianas que difunden actualmente luchas de poder, filtraciones, conspiraciones, supuestas corrupciones, e incluso un complot para asesinar al Papa.
En absoluto estoy de acuerdo en su afirmación del «silencio del mundo ante los mensajes papales». ¿No le dicen nada las acogidas de sus alocuciones semanales, viajes papales, incluso a países comunistas, y por la cercanía en el tiempo, el rotundo éxito de la JMJ de Madrid en agosto pasado? Los mensajes se reciben en el interior de cada persona, no hace falta airearlos, y lo que todos deseamos es que calen en las personas alejadas de la Iglesia («silencio del mundo» a que usted se refiere), y reflexionar de dónde venimos, adónde vamos y hacer votos para que la Divina Providencia ilumine a nuestro Papa en su Papado.
¿No seremos nosotros los que fracasamos?
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