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La burra de Garzón

5 de Marzo del 2012 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Que los árboles no te impidan ver el bosque es la recomendación habitual. Pero también puede ocurrir que sea el bosque el que no deja ver los árboles; esto es lo que pasa con el frondoso Garzón. Vayamos, pues, de árbol en árbol para comprobar en qué jardín se había adentrado el Juez Campeador. Los árboles: Tres causas, tres procesos, tres sentencias.

Primera causa: Escuchas a los abogados de la defensa. Violación de un derecho constitucional. Aplicación de una concepción totalitaria de la justicia en la que el fin justifica los medios. Sentencia dictada por unanimidad de los 7 jueces del TS: once años de inhabilitación por prevaricación. Expulsión de la carrera judicial. De haber sido absolutoria la sentencia, ningún abogado tendría en adelante garantía de que su comunicación con el cliente no está siendo interceptada. Los que en esta causa se posicionan con Garzón, frente al TS, dejan patente cuál es su concepción de la justicia (y del resto).

Segunda causa: Los dineros de Nueva York. Sentencia: Hubo delito de cohecho; el entonces juez solicitó y obtuvo financiación del querido Emilio y cuando lo del Santander llegó a la Audiencia, un agradecido Garzón los archivó sin avisar a la fiscalía ni a la Sala de que se encontraba en estado de agradecimiento. No lo pillaron por 25 días; el delito había prescrito.

Tercera causa: Los crímenes del franquismo. Sentencia: Garzón se equivocó, pero equivocarse no es prevaricar. Ahora bien, los errores son de bulto; según sus Señorías Garzón creyó de buena fe que los muertos son procesables, que los crímenes prescritos y amnistiados pueden ser objeto de instrucción, y que las leyes penales se aplican con efectos retroactivos. En este caso no hubo unanimidad; uno de los magistrados se desmarca de sus colegas y escribe en un voto particular que suponerle ignorancia tan supina a un juez es un insulto a la razón. Ahora bien, insultar a la razón no es prevaricar; es simplemente tomar por tontos a los ciudadanos(que es lo que hacen sus seis Señorías en este caso). Pero a eso ya estamos acostumbrados. En lo de juzgar a los muertos Garzón tiene un precedente en la Inquisición, que procesaba a difuntos sospechosos de herejía y, si los encontraba culpables, los quemaba en efigie. ¿Por qué no aprovechan los progres las fallas para quemar muñecos de Franco, de Queipo de Llano, de Yagüe, de Mola?

Ocurre además que Garzón había aplicado un criterio diametralmente opuesto cuando le pidieron investigar los crímenes de Paracuellos. En este caso, el principal de los presuntos justiciables, Hijo predilecto de Gijón, está tan vivo que se manifiesta por Garzón ante la sede del TS. Garzón, entonces, tenía tan claro que lo de Paracuellos estaba prescrito y amnistiado y que las figuras de genocidio y crimen contra la humanidad (tipificadas en 1947) no se aplican con efectos retroactivos, que amenazó a los querellantes con empapelarlos por mala fe procesal. Es decir, que Garzón aplicó dos pesos y dos medidas, según que los crímenes fuesen del franquismo o del Frente Popular. A los tontos que somos nos dicen sus Señorías que cambiar de opinión no es prevaricar. Solo les faltó decir que si errar es humano, corregirse es de sabios.

Resumiendo, este era el jardín de Baltasar Garzón: el de un juez que se pone la Contitución por montera, practica cohecho y juzga con dos pesos y dos medidas. ¿Alguno de los progres que lo jalean le compraría una burra a Baltasar si se lo encontrara en una feria? Cuando a Bermejo lo nombraron fiscal contra el voto unánime del Consejo de la Fiscalía, avisó de que siendo hombre de izquierdas actuaría como fiscal de izquierdas. Lo que, entre otras cosas menos livianas, le daba licencia para cazar sin licencia. Zapatero, ignorante de que Calígula ya hizo cónsul al caballo, nombra a Bermejo Ministro de Justicia. Conde Pumpido pidió la lira para proclamar con pompa que los magistrados se tenían que manchar la orla de sus togas con el polvo del camino. De aquellos polvos vienen estos lodos. Baltasar Garzón, el osado amanuense del sistema, puso en prosa la pompa de Pumpido invocando una justicia contaminada, contaminada de memoria histórica, contaminada de las nuevas sensibilidades sociales. Y si a mano viene, pringada por fondos de inversión. Garzón, uno de los charlatanes de feria mejor pagados del Reino. Así lo veo; debo de ser más tonto de lo que piensan sus Señorías.

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