Las derrotas de Alberto Vizcaíno
El pasado día 1 de marzo y en esta misma sección pudimos sobrecogernos con un escrito firmado por Alberto Vizcaíno Fernández. Con independencia de que de su simple lectura se llega a la conclusión de que dicho escrito ha debido de ser elaborado en uno de sus momentos de remanso en una tarde aturdida tras chutarse, directamente en vena, un par de cubalibres de ron o quizás, a consecuencia de su edad, gin-tonics (véase este mismo diario 30/03/2011), su contenido bien puede ser calificado de zafio y fruto de la amargura y el resentimiento del derrotado.
Derrotado, sí. Derrotado por todos. Por esa consejera a la que menosprecia para intentar hacer olvidar que simplemente le puso en su sitio, que no es otro que fuera de la vida política. Y por otros muchos que, como yo, hicimos frente legítimamente –aunque usted confunda firmeza con histeria– a una gestión con la que no comulgábamos y que estaba, en gran medida, sustentada únicamente en la prepotencia adornada con amenazas y en el amiguismo. También por los medios de comunicación que le desplazan de la tribuna que tanto adoraba a otros espacios, no menos respetables pero sí seguro menos relevantes para su autoestima.
Sus pretendidas filigranas dialécticas, su fracasada intención de mostrarse como fénix de los ingenios, no hacen más que hundirle en su propio fango. Y sus desmedidos esfuerzos por no incurrir en responsabilidades al amparo de su particular criterio de la libertad de expresión van a encontrar, sin duda, la respuesta adecuada.
Habla y habla sin saber qué dice y sin decir nada. Cuestiona a personas que para nada merecen sus burlas. Siembra infundios. Alienta dudas. Y ensalza, situándoles donde ellos mismos no han querido estar, a quienes han seguido, posiblemente, sus designios. Se descubre a sí mismo con todo ello. Sus fracasados dardos sólo llevan a rememorar lo acontecido en 2007 en torno a la Cofradía de Pescadores de Avilés, con usted en la Dirección General de Pesca y sus, ahora de nuevo jaleados, peones de brega de protagonistas. Nada más. Otra derrota.
Y lo paradójico es que aplaude la actuación de su principal rival político. Es curioso cómo, una vez más, la política hace surgir extraños compañeros de cama. Por fin, varios años después, el señor Vizcaíno y el señor Peláez (es él y no la directora general de Pesca quien tomó las decisiones que usted celebra, entérese bien) se ponen de acuerdo. Nada es imposible, pero se ha roto una regla de oro: el pacto PP-PSOE, con una confluencia entre un ex cargo público socialista y un cargo público de Foro, antes acérrimos enemigos. Enhorabuena.
Dicen que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio y seguramente estas líneas están alimentando su ego, así que no voy a darle más satisfacciones pero sí un consejo. En esas tardes aturdidas, aléjese de cualquier medio de escritura y concéntrese en paladear sus cubalibres, sus gin-tonics, sus puros o lo que guste. Se hará un bien a sí mismo y, de paso, a los demás. Gracias por anticipado.
Gregorio López García,
presidente de la Cofradía de Pescadores de Avilés
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