A. M. D. G.

5 de Marzo del 2012 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

El par de lectores que tengo en Tapia de Casariego, que me siguen en LA NUEVA ESPAÑA digital (lne.es), son gente culta; no es necesario explicarles que AMDG es el acróstico de la divisa o santo y seña de la Compañía de Jesús, que da título a la novela en que Pérez de Ayala dice de los reverendos padres que se juntan sin conocerse, viven sin amarse y mueren sin llorarse.

Si vuelve aquí A. M. D. G. encabezando esta modestísima carta, es por lo que publica Norberto Alcover en LNE del 02.03.12, firmándolo como jesuita y periodista. En ese escrito, el P. Alcover S. J. describe al desaparecido diario Público como representante de una izquierda feroz, antieclesial sin medida y con un complejo de superioridad típico del progresismo leninista. Precisamente por esa radicalidad, entiende el buen jesuita que con Público es una voz complementaria lo que ha desaparecido y, con ella, un referente mediático para un sector de la vida española, que existe auque suele estar callado porque carece de posibilidades de expresión.

El principio que subyace en ese razonamiento es que la demanda justifica la oferta; cualquier demanda debería ser satisfecha. Que me disculpe el P. Alcover, pero ese principio no parece aplicable al caso de Público, pues si existe esa demanda, ¿por qué no se vendía en los kioscos? Por otra parte, ¿legitima la demanda cualquier tipo de oferta? Siempre ha existido una demanda de los servicios de la prostitución, el oficio más antiguo del mundo, ¿qué esperan para reconocerles trienios a los chulos? Mientras algunos consumimos leche desnatada, otros prefieren emociones más estimulantes y demandan heroína, ¿qué esperan para subvencionarla?

¿La publicación de Público era buena para la Iglesia y para España? No lo duda Norberto Alcover, que hace de su desaparición poco menos que una cuestión personal: Desde aquí, mi pésame de colega periodista y sencillamente ciudadano, escribe. En cambio, cuando se preguntaba si la presencia de Jiménez Losantos en la Cope era buena para la Iglesia y para España, la respuesta del jesuita era resueltamente negativa. Por lo visto la oferta de Jiménez Losantos no correspondía a ninguna demanda; ningún sector de la vida española o eclesial se quedaba sin voz silenciando a JL. De ahí que con muy buen criterio los archimandritas del cotarro progresista-clerical sustituyeran a Federico y a César Vidal por el equipo deportivo de la SER. Como manda el Evangelio: Id por todo el mundo y predicad el fútbol a todas las criaturas.

Si los de Público eran ferozmente anticlericales, no parece que el P. Alcover esté buscando precisamente el martirio. ¿Pero hay realmente una gran demanda de padres jesuitas en los tiempos que corren? Uno contestaría como aquel torero cuando le presentaron a Ortega. ¿Filósofo? Muy bien, tiene que haber de todo.

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