Inmensa gratitud

6 de Marzo del 2012 - Francisco Baragaño Fernández (Gijón)

Han pasado ya unos días desde que mi querido amigo José Luis falleció y le dimos sepultura en el cementerio de Ceares, y aún sigo aturdido no sólo por cómo sucedió su fallecimiento, sino también por la respuesta solidaria, cariñosa y afectiva que la persona de José Luis generó en la sociedad gijonesa, asturiana y en otros muchos lugares de España. Uno, que mantuvo su presencia durante los dos días que nos llevaron desde la sede de la USO al tanatorio primero, y al cementerio después, no sabría cuantificar cuántos pésames de condolencia recibió conjuntamente con su familia, que siempre será la mía, cuántas llamadas de teléfono, cuántos correos electrónicos y faxes, así como testimonios de todo tipo que se sucedieron a lo largo de estos días. Nadie quiso faltar a su despedida, desde las más altas instancias políticas de la región, de todos los partidos, sindicatos, empresarios, entidades culturales, sociales, religiosas y deportivas, además de la USO, con la presencia de los máximos dirigentes estatales, antiguos compañeros de lucha, pero, sobre todo, tanta persona «anónima», trabajadores y trabajadoras con los que tanto reivindicó y por los que tanto luchó; esos compañeros que llegaban al sindicato y preguntaban por Iglesias para lograr una atención rápida y efectiva, esos sí que me rompieron el corazón y me dejaron bien claro quién era Pipo, lo que, por otra parte, después de más de 30 años juntos, casi a diario, bien sabía.

Esta gratitud es compartida por toda su familia. En primer lugar, su esposa, Pilar, fiel compañera de más de 50 años, que vivió en primera persona las múltiples circunstancias y hechos que acaecieron durante la vida de José Luis, y que sólo con cariño y compromiso supo llevar adelante. Sabemos que la rendición no existe en tu diccionario, Pilar. La compañía permanente de tus hijas, yernos, nietos, bisnietos, tu hermana y todos los que te rodean no permitirá que te sumas en la melancolía, pues ellas y ellos te necesitan y, por si eso fuera insuficiente, tienes otra gran familia en el Sindicato al que él entregó su vida.

Su vida se marchitó en un suspiro, en un momento que casi él mismo hubiese decidido. Se fue sin avisar, pero personas y vidas como la de José Luis tienen la obligación de permanecer en la memoria y en el quehacer diario de todos aquellos que lo conocimos.

Por todo ello, quisiera que estás humildes líneas sirvieran para testimoniar a todos y a todas los que nos transmitisteis las condolencias la gratitud de esta organización a la que Pipo entregó todo su aliento.

Gracias.

Francisco Baragaño Fernández

Secretario general USO-Asturias, Gijón

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