El aborto es cosa de tres
Pureza, virginidad, castidad son palabras anticuadas, no están de moda, están en desuso, apenas se emplean porque hoy carecen de sentido.
Ahora, una de las más usadas, de las más repetidas, es aborto y curiosamente los que más saben del tema son los hombres. En todas las tertulias opinan vehementemente, lo saben todo, tienen razón en todo, parece imposible ser tan inteligente ni tan intransigente.
Ahora empecemos por el principio: un joven y una joven tienen sexo. La joven se queda embarazada, sólo la joven, el joven no. Permitidme que incorpore otras dos actitudes del pasado: ser responsable y ser consecuente, ¿no será responsabilidad de ambos tomar las decisiones? ¿No deberían decidir ambos qué hacer? Para el joven es fácil lavarse las manos, ¿pero es justo?, ¿es consecuente?
Una de las palabras del pasado que sí se mantiene vigente es justicia, de hecho ahora se nos llena la boca hablando de justicia, pues pienso que sería justo que el joven estuviera tan involucrado como ella, siempre junto a ella, tan juntos como aquella vez.
Pensando también en lo que es justo, quizá la nueva vida tenga derecho a opinar sobre si prefiere vivir o morir, pero no puede. En consecuencia, debemos asumir que en esa absurda democracia de decidir qué hacer no son dos los únicos implicados, son tres, y uno de ellos ya ha votado, con un clamor silencioso para que le permitan vivir.
No olvidemos que en lo ocurrido tienen ambos la misma responsabilidad, y, si deciden seguir adelante con el embarazo, él debe vivir ese estado con ella, debe acompañarla al parto, participar en el nacimiento y desarrollo de esa vida, que ayude a nacer a su hijo, a sacar su cabecita o sus piececitos.
Si despreciando la justicia, la ética y la opinión de la nueva vida, lo que acuerdan es el aborto, también ambos tienen el deber de participar y colaborar en el mismo. El joven puede ayudar a cortarle la cabecita o presenciar el raspado de matriz extrayendo los órganos y extremidades.
Como decía don Ramón: «Que saqué al fin de los amores míos la cabeza caliente y los pies fríos».
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