De diseño

17 de Abril del 2009 - Javier Pérez López (Mieres)

Hace no mucho tiempo oí comentar a un político de segunda fila que había que hacer lo que se dice y decir lo que se hace. La frase se me quedó grabada y entonces entendí que era muy importante hacer las cosas pero, además, había que decir que se habían hecho.

Sin embargo aunque el sentido real de la frase iba en aquella dirección, en los últimos tiempos aún estando vigente, la frase ha dado la vuelta. Ahora lo primero es decir lo que se hace, aunque el tiempo verbal es matizable, a gusto de quien lo dice, y por supuesto, de quien lo escucha.

También se comentaba que los medios de comunicación debían ser notarios de la actualidad, es decir, recoger lo que ven, no lo que les dicen que deben ver. Porque no hay más que leer o escuchar a los medios para observar que hacen de altavoz de lo que les dicen que deben decir. Claro que algunos ponen el volumen más alto que otros, pero la mayoría son muy obedientes. Tanto es así que si alguien no lo es, se le echan encima con una retahíla de adjetivos que todos conocemos, incluso para intentar fagocitarlo y hacer que desaparezca o vuelva al redil.

Es realmente grotesco observar como algunos políticos llevan consigo, o detrás, un batallón de cámaras, fotógrafos, periodistas, sujetadores de cables, etc. Algo así como aquella viñeta del genial Mingote cuando recogía la entrada en meta de un ciclista, y detrás, al lado y delante, dieciséis coches, doce motos, un par de helicópteros, catorce guardias de tráfico, etc, y titulaba la noticia como: Entra en solitario.

Cierto que tengo especial inquina (lo reconozco) con la docilidad de los profesionales de la información ante los políticos. Siendo los únicos que los tienen enfrente para preguntarles habitualmente no lo hacen (y cuando lo hacen parece que preguntan lo que les dicen). Se dedican únicamente a recoger algo de lo que dicen (esperando casi siempre el titular), cuando no se dedican a transcribir la habitual hoja de comunicado oficial.

Y sabiendo los políticos que tienen en su mano a los comunicadores generalmente les dan el titular (fíjense sino como coinciden habitualmente la mayoría de los medios). Y luego se aprecia que detrás del titular no hay casi nada. Si se relee pasados algunos meses podrá observarse que desaparece el casi.

Recientemente ha aparecido un libro de un par de personas que han colaborado en la campaña de Obama. Como puede suponerse pretende ser un libro didáctico que sirva igual para un político de primera o cuarta categoría que para un presidente de comunidad de vecinos. El libro recoge una serie de elementos básicos. Entre ellos destaca el dinero. Pues está claro. Los que no lo tenemos debemos conformarnos con lloreras como la de esta carta si es publicada-, indignación compartida o no- con alguien de la familia o amigos, resignación que permita incluirnos en el lobby de cuarenta y cinco millones de españoles que no pintamos nada de nada, o sentido del humor para entender que la mayor comedia es la que día a día nos ofrecen cómicos (en sentido peyorativo) que son capaces de no ruborizarse ni siquiera ante una mentira olímpica. Sencillamente porque no hay nadie que les diga en ese momento: Eso no es cierto.

No hacen falta ejemplos. Si acaso recordar millones de expresiones que referían grandes verdades (?) o grandes objetivos a conseguir, o mentiras del tipo de aquel al cual le estaban meando encima, pero se empeñaba en decir que llovía.

No soy capaz de resolver el sudoku. Es más, tengo la sensación de que no hay quien lo resuelva, y me da miedo que aparezca un iluminado que encauce este cabreo mayoritario y utilizando la misma metodología nos lleve a otra situación quizás peor. El terreno está ligeramente abonado y cada uno debería hacer un ligero examen de conciencia para saber hasta que punto es algo responsable. Al menos un poquitín responsable. Otros lo son más, Y no me refiero solamente a los políticos.

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