Las inquietantes inquinas de Álvarez-Cascos
Dicen que un tonto hace a un ciento. No es que quiera llamar tonto a Francisco Álvarez-Cascos, que tan solo es un personaje con inquietante déficit democrático, pero sí es cierto que sus inquinas, torpezas y venganzas están arrastrando al partido que él creó hacia una derrota electoral mayor de la que cabría esperar después de tan solo siete meses de gobernanza. Más tarde vendrá desaforada Carmen Fernández a llamarnos ignorantes y Rosa María Domínguez de Posada y Puertas, alcaldesa de Peñamellera Alta, a defenderla de los ataques que ella solita provoca. Si no son capaces de analizar en términos autocríticos la pérdida galopante de votos, ¿cómo van a diagnosticar con acierto los males que aquejan a la sociedad asturiana? Mucho menos, establecer soluciones políticas; aunque, en honor a la verdad, el líder de cualquier partido de nueva creación lo tendría muy crudo para rodearse de un grupo ejecutivo competente. Más complicado, en Asturias, donde la nómina política está formada, en gran parte, por profesionales del arribismo.
Vaya por delante que soy de los que creen en la necesidad de un partido político con aspiraciones a gobernar distinto del hastío e inoperancia que provocaron y provocan, por distintas razones, PP y PSOE. Partidos apoltronados a los que esta sociedad no les debe nada. En cualquier caso: lo que me diste por lo que me entretuviste, que diría la novia despechada.
Los odios incontrolados y la política combinan tan mal como agua y aceite. Generalmente, provocan prisas que conducen a la elección del atajo menos propicio, arrastrando consigo a víctimas inocentes que pagan su lealtad con el desprestigio propio. Es el caso de Juan Vega, hombre juicioso que supo diagnosticar acertadamente junto con Raimundo Abando la mejor solución vial para dar salida a los tráficos portuarios de una y otra margen de la ría de Avilés, además de habilitar, indirectamente y sin grandes costes añadidos, un magnífico medio subterráneo para erradicar la línea aérea de alta tensión que la cruza y canalizarla a través del túnel submarino.
Juan Vega no es más que la punta de una lanza que maneja Álvarez-Cascos en su particular enfrentamiento contra la prensa no afín a su propuesta gubernativa. Lo que es la vida: hay políticos que quieren eliminar al medio informativo porque no les gustan sus críticas, como es el caso de nuestro presidente en funciones y este periódico, y hay medios de comunicación ultraconservadores que quieren arrinconar a los profesionales del ente público RTVE porque les parecen excesivamente contrapartidistas, según sus líneas editoriales afines a los postulados más reaccionarios. Tanto el uno como los otros sufren paranoias degradantes de la pluralidad. Es lo que suele suceder con aquellos para quienes el término democracia solo resulta válido en toda su extensión cuando sirve a sus intereses. Los partidos políticos radicalmente autocráticos suelen ser organizaciones de vuelo corto. No hay buzoneo que los redima.
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