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El coste de los servicios públicos

22 de Marzo del 2012 - Jorge Félix Méndez García (Oviedo)

Cada vez me siento más tentado a manifestarme cuando escucho o leo las noticias vertidas por los muchos medios informativos, o cuando escucho las opiniones emitidas por los ilustres contertulios en otros tantos programas radiofónicos o televisivos, pero nunca lo hago y lo lamento en grado sumo. Pero contemplar el proceso paulatino y progresivo que se está produciendo mediante lo que considero una manipulación de la opinión pública, me lleva a manifestarme ahora, ante lo que entiendo puede que sea coger el rábano por las hojas y matar las moscas a cañonazos, como se tiende a hacer en este país con demasiada frecuencia.

Es largo el proceso y son muchas las ocasiones en que todos los contertulios de turno, con mayor o menor legitimidad, vienen preparando el cotarro. Sin poner en tela de juicio sus doctas opiniones desde el plano de su profesión, sí que puedo manifestar mi opinión, mi protesta, legitimada desde la proximidad personal al ambiente sanitario (muchas horas de tertulias y vivencias con buenos amigos y amigas profesionales de la sanidad pública, incluida mi mujer) y desde los 35 años de experiencia profesional como experto en gestión empresarial, a diferentes niveles de responsabilidad y en variados sectores de actividad.

Siendo cierto que la sanidad pública atraviesa por problemas muy serios, lo que no se debe ni se puede hacer, ni siquiera insinuar, es arreglarlos a base de cambiar la gratuidad o no de la misma para los usuarios, o de recortar servicios.

Los servicios públicos, pudiendo ser eficientes (que no lo son), no deben perder la gratuidad, que no es tal ya que cada ciudadano aporta lo suyo en mayor o menor medida. Como tampoco perder calidad por culpa de ningún recorte, para convertirse en algo de segunda o tercera categoría. Entonces no serían unos buenos Servicios Públicos y se estaría dividiendo también a la Sociedad entre ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría.

Siempre se puede y se debe gestionar mejor, hacer mayor esfuerzo de eficiencia, pero nunca recortar los servicios, ni hacer pagar un solo euro a los usuarios, muchos (demasiados) de los cuales, serían incapaces de pagar cantidad alguna, hecho que parecen obviar nuestros Próceres, a los que todo parece resultarles muy barato, cuya espalda vienen dando a la realidad de esta España nuestra de forma, entiendo yo, irresponsable, dadas las funestas consecuencias de sus decisiones, tomadas y por tomar. Y en esto no hago diferencias entre unos y otros por su signo político.

No es mi intención el entrar en detalles que, seguramente, no llegaría a analizar con el rigor con que me gusta hacerlo en todos los órdenes, pero podríamos meter en un saco del peso y capacidad suficiente para incluir muchos de los problemas que afectan a nuestra Sanidad Pública, el dejar de practicar una sanidad defensiva y digo bien, defensiva ante el miedo a tener problemas por los resultados o posibles errores, o situaciones posteriores que pudieran devenir en demandas judiciales.

Las prebendas que se toman, por haberles sido cedidas (que no concedidas) por políticos más preocupados por el voto que por su responsabilidad, muchos padres y madres de niños, hijos e hijas de personas mayores, familiares responsables en fin, de enfermos a los que temen que no les serán aplicados los tratamientos y remedios oportunos si no se producen sus intervenciones, en más casos de los necesarios absolutamente impertinentes, obstaculizan el buen hacer de nuestros/as profesionales hasta el punto de llegar a realizar pruebas clínicas por si acaso.

La Sanidad, como la Educación, como la Justicia, como el Sistema de Pensiones de la Seguridad Social, está demasiado politizada en el peor sentido posible de la expresión, cuando lo sagrado de su existencia y disfrute para nuestra Sociedad no puede ni debe ser cuestionado. Son grandes, inmensos logros conseguidos con muy altos costes y sacrificios a lo largo de nuestra historia, como para hacerlos reos de sufrir los avatares y consecuencias de crisis que, no nos olvidemos de ello, no dejan de ser inevitables en el tiempo y, si bien cíclicas, no dejan de resolverse al cabo del periodo necesario en cada ocasión.

¿Acaso estamos ante la oportunidad que algunos privilegiados de nuestra sociedad esperaban, para morder su trozo de pastel?

¿Acaso estos privilegiados no ven con buenos ojos que el pueblo pueda alcanzar estos servicios, incapaces de hacerlo si tuviesen que pagar por ello?

Como siempre, las comparaciones son odiosas. No nos comparemos con otros países, que cada vez que lo hacemos matamos un poco de nuestra idiosincrasia. Cada Sociedad es el resultado de sí misma tras el paso del tiempo, con sus gozos y sus sombras y, si bien es cierto que no debemos olvidar nuestra pertenencia a estancias económico-políticas superiores (CEE), también lo es que lo somos desde nuestra particular realidad, al igual que ocurre con Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña, etc. desde donde sólo llegan mensajes de recortes y más recortes, que nos pueden acabar condenando a una ruina de la que sí que va a ser imposible de salir: si no se consume ni se aplican medidas reactivadoras de la economía, podemos llegar a reducirlo todo a la nada, o casi.

Así pues, que nuestros gestores públicos se sientan todo lo incómodos que sea necesario para dedicar aún mayor esfuerzo en su quehacer imprescindible para todos nosotros, en la búsqueda de la excelencia, tan manoseada hace años y tan denostada a día de hoy. Si aún está demasiado arraigada la cultura de la trampa en una sociedad que olvida con demasiada frecuencia sus obligaciones pero sí que esgrime sus derechos, como la historia nos demuestra, es cuestión de tiempo y esfuerzo. Esfuerzo formativo e informativo, esfuerzo de control y seguimiento.

No maten las moscas a cañonazos, no cojan el rábano por las hojas. Dejen de perder el tiempo en absurdas discusiones bizantinas y moléstense en hacer las cosas como se pueden y se deben hacer, que aunque no se acaben de dar cuenta, el pueblo no puede estar más ahogado, ni más al borde del abismo. ¿Es que van a darle el último empujón?

En ese caso, nos atendremos todos a las consecuencias.

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