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Gramáticas para la Misión

15 de Abril del 2012 - Agustín Hevia Ballina

En el mundo de los Archivos, los conocimientos de las diferentes lenguas antiguas resultan instrumento gratificante para acercarse a los callados mensajes que dimanan del pasado. Acercarse a ese rico ámbito de la palabra escrita supone romper duras cortezas, que permitan aproximarse a los dulzores y dulzuras que el mundo de las palabras tiene reservados para quienes se deciden a explorarlo.

Para hacer comprender el alcance de lo que voy a comentar, quiero destacar primeramente dos experiencias vivencialmente alcanzadas en el espacio de cuatro días. En cuanto a la primera, voy a referirme a una visita al Centro Bíblico y Oriental, ubicado en la Colegiata de San Isidoro de León. Allí tuve por guía a don Jesús García Riesgo, sacerdote y director de este magnífico ámbito de estudio, de una riqueza de contenidos tan apabullante que, hasta no haberlo degustado, difícilmente uno podrá llegar, siquiera de lejos, a imaginar.

La segunda la he vivido más oralmente en una deleitosa conversación con don Agustín Moreno Muguruza, misionero hasta hace poco tiempo en Zimbabue, la antigua Rhodesia. Hablamos largo y tendido de la primera gramática y diccionario compilados por él en la lengua nambya, que perdura en labios de un grupo reducido de hablantes y que, en empresa primeva y titánica labor, don Agustín llegó a compilar, como un apoyo exquisito para la labor misionera de predicar el Evangelio a toda la creación.

En León te encontrabas con unas culturas y lenguas del Medio Oriente, hechas vida en tablillas de barro cocido, en conos, cilindros, rombos pétreos o cerámicos, que se enriquecen con un acopio inimaginado de papiros, pergaminos, maderas, cortezas y hojas de árbol y otros variados materiales escritorios, que sirvieron de soporte a la letra escrita, portadora de mensajes íntimos o de contenidos susceptibles de llevar luz e inteligencia a las mismidades del alma, a las interioridades del mundo de la Biblia.

Lenguas tan variadas como el sumerio, el acádico, el ninivita, el caldeo, el hitita, el egipcio, el samaritano, el hebreo, el arameo, el árabe, el siríaco, el persa, el sánscrito, el hindi, por citar solamente algunas de las que me quedaron en la memoria y que a mí me traían recuerdos bibliográficos y que estaba acostumbrado a manejar en una hermosísima edición, que hoy tengo en mi Librería personal y que perteneció a don Antonio Manuel García Blanco, experto lingüista y hebraísta, así como en otras Lenguas Bíblicas, colección de Gramáticas que desde la Lengua Santa se abren a un panorama deleitoso de Gramáticas caldea, siríaca, samaritana, rabínica, árabe, etiópica y persa, recogidas en un volumen por Jacobo Altingio y publicadas en Fráncfort a expensas de la viuda de Knoch, año de 1746.

Subtítulo: Un acercamiento a algunas lenguas antiguas

Destacado: Agustín Moreno Muguruza, misionero hasta hace poco en Zimbabue, ha compilado la primera gramática y diccionario de la lengua nambya, que perdura en labios de un grupo reducido de hablantes

Ese ámbito lingüístico de tanta riqueza y profundidad, vinculando entre sí las lenguas de los diferentes grupos humanos, me llevó a consideración de esos grupos, dimanantes de una primitiva lengua, que los estudiosos denominan indoeuropeo y los alemanes indogermánico, y de la que derivan, entre muchos más, el griego, el latín, el germánico, el sajón, el anglosajón, el eslavo, el baltoeslavo, el asiánico y el oceánico, incluyendo las lenguas precolombinas, si es que a todas se puede asignar el mismo origen.

Me vinieron a la memoria mis lecturas y consideraciones sobre el Catálogo de las Lenguas de las Naciones Conocidas, del abate Lorenzo Hervás y Panduro, para el que he escrito, por petición de mi gran amigo don José María Pérez Bustamante, un prólogo para la edición facsimilar, que publicó Ediciones Atlas en 1979 en seis tomos.

El ilustre y sabio jesuita había tenido a mano los cientos de aportaciones de otros jesuitas expulsados de los dominios de la Corona de España y acogidos por el Papa en los Estados Pontificios. Muchos de ellos habían sido recopiladores pioneros de los primeros Diccionarios y gramáticas en lenguas de escaso relieve, compilados por vez primera como un servicio a la Misión y que el abate Hervás y Panduro atribuía a una nacencia común originaria, que ya San Jerónimo destacaba como la Lingua Sacra o lengua hebreo-aramea, que representaría la primera lengua de la Humanidad, y que habría de ser considerada como madre de todas las Lenguas, dedicando amplias referencias, en tal sentido, también al vascuence.

De todos esos distintos grupos lingüísticos no profundiza el padre Hervás y Panduro en el grupo de lenguas bantúes o africanas, quizá por no tener a mano aportaciones de Gramáticas y Diccionarios que permitieran un acceso a tales lenguas. De ahí que me resultara tan iluminadora la conversación de don Agustín Moreno Muguruza y el posterior acercamiento al texto por él publicado por primera vez de la Gramática Nambya, con hablantes sobre todo en Zimbabue, editada en edición novedosa originalmente en base inglesa y vertida recientemente al español en una colección que lleva por título «Gramáticas Misioneras», dirigida por don Jorge Juan Fernández Sangrador, en la Biblioteca de Autores Cristianos, inaugurando una serie sobre Gramáticas y Diccionarios de lenguas minoritarias, en trance de desaparición o habladas sólo por minorías étnicas, sin tradición escrita, cultivadas y trasmitidas, hasta los estudios y recopilaciones de los misioneros, de modo oral.

La lengua nambya, cuya compilación ha llevado a cabo don Agustín, constituye una labor pionera, con una perfección notable respecto a la Gramática y de un logro perfeccionable, como toda recopilación de términos lingüísticos, en lo que se refiere al Diccionario. Tiene esta lengua unos ciento veinte mil hablantes y está emparentada con el shona y el kalanga, lenguas para las que ya se conocían, con anterioridad, gramáticas y diccionarios, contando con una base escrita ya consolidada.

Actualmente la lengua nambya, además de la gramática y el Diccionario editados por don Agustín, posee también un Catecismo, compuesto por Alejandro Alapont; la traducción del Misal, la de los Rituales de los Sacramentos, la de un devocionario, de un cantoral y la de todo el Nuevo Testamento, además de libros de texto para las escuelas y programas de radio, televisión, toponimia y rotulación urbana. Unas consecuciones difícilmente soñadas hace años, a la llegada de los misioneros, que, además del fermento religioso, se hicieron portadores de unos logros culturales de primera índole. El Rey de España concedió a don Agustín Moreno Muguruza, misionero, la Cruz de Isabel la Católica, por su labor a favor de la lengua nambya.

Por la otra banda, con don Jesús García Recio, me he adentrado en el mundo bíblico del Medio Oriente, a través de la visita a su Centro Bíblico y Oriental. En una tableta acádica contemplé la representación iconográfica sobre un objeto arqueológico de la escena de Abraham dispuesto para sacrificar a su hijo Isaac. En ese lenguaje universal que es la imagen que llega por los ojos estaba plasmada la misma representación en diversas culturas: ideogramas, escenografía e iconografías han conseguido lenguajes universales, hechos cercanos en escrituras cuneiformes, siempre para la Misión.

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