La Nueva España » Cartas de los lectores » El relojero para llegar a la existencia de Dios

El relojero para llegar a la existencia de Dios

24 de Marzo del 2012 - José González (Navia)

En el mes de marzo de 1939 se celebraron misiones en la iglesia de Navia. De aquellos actos quedó grabada en mi memoria –niño de 11 años– por su letra sencilla y su pegadiza música el cántico siguiente: «El reloj lo hizo el relojero / el mudo lo hizo Dios. / No hay reloj sin relojero, / no hay mundo sin Creador». Hace unos diez años, y más de medio siglo después de aquellas misiones, volví a encontrarme con la misma argumentación del reloj y el relojero para llegar a la existencia de Dios. Esta vez el autor fue el inglés reverendo Paley (1743-1805) y llega a mi conocimiento a través de Richard Dawkins y su obra «El relojero ciego», de 366 páginas (1986), que admirado por el razonamiento y deseando rebatirlo se propuso demostrar la inexistencia de Dios (finalidad del libro citado) y cuyo título «toma prestado de un famoso tratado escrito por William Paley».

Desde entonces, presto cierta atención cuanto llega a mi poder y guarda relación con este biólogo, nacido en Kenia en 1941, que alcanzando altos puestos en la enseñanza en universidades norteamericanas e inglesas viene defendiendo y pregonando su militante ateísmo –al que, afirma, le ha llevado Darwin– utilizando con prioridad el mismo argumento: la selección natural: «Darwin es quien mejor aclaró que para la existencia del cosmos no se necesita un Creador, pues todo tiene origen en la selección natural». La selección natural sustituye a Dios en el que, «razonablemente había que creer» –son palabras suyas– antes de que Darwin descubriera y definiera esta actividad.

Darwin escribió «El origen de las especies» en 1842, por tanto, muy ajeno a la interpretación que Dawkins daría a «selección natural». Creo que éste comete el mismo error que otros científicos de aquella época: confunde el autor con el medio o modo utilizado. Darwin opinaba de forma distinta: «El sentido literal de selección natural es un término falso... Algunos han imaginado que selección natural induce la variabilidad, cuando sólo implica las conservaciones, cuando surgen y son beneficiosas al ser orgánico... Estoy persuadido que la selección natural ha sido el modo principal, aunque no único, de modificación», y se queja de «la ligereza con la que algunos científicos sacan consecuencias...: no veo razón alguna válida por la que mis opiniones han de ofender los sentimientos religiosos de nadie». Al final de su obra describe una bella estampa de la Naturaleza, haciendo referencia a su Creador.

Para Dawkins, en el proceso de creación intervienen cuatro factores: la espontaneidad, el azar, la selección natural y el transcurso de millones de años: «Las sustancias que llenan el espacio como consecuencia del Big Bang son tan elementales y simples que pudieron surgir de forma espontánea. Estas sustancias evolucionaron tan lenta y levemente a través de millones de años que se puede admitir que la mutación se produjo por azar y será la selección natural la encargada de velar que permanezca lo que le beneficia, rechazando lo que les perjudica». (Facultad ésta que, a mi entender, exige discernimiento o un diseñador). De esta forma sencilla se llegó al actual Universo del que formamos parte la especie humana: inteligente, libre y consciente. Pequeño eslabón que no se logra engarzar en la cadena de la evolución. Ortega, en «El tema de nuestro tiempo», escribe: «En el darwinismo, una especie nace de otra sin más que intercalar entre ambas algunos milenios. Como si el tiempo, espectral fluencia, simplemente corriendo, pudiese ser causa de nada y hacer verosímil lo que en la actualidad resulta inconcebible». Einstein descarta el azar y afirma: «Dios no juega a los dados». Hawking también descarta el azar: «Dios puede haber creado las leyes que gobiernan el universo, pero deja que el universo evolucione de acuerdo con esas leyes y no las rompe jamás; el hecho de que haya unas leyes universales que se cumplen siempre, es la única base sobre la que se puede hacer ciencia».

Últimamente parece que va cambiando de sistema, no de intenciones: «Nadie puede demostrar que no existe Dios. Sólo que no hay una sola evidencia de ello». Las evidencias claras para muchos para él no son suficientes. Los ataques a la religión le llevaron a llamar «malvada» a la madre Teresa por recoger moribundos en Calcuta. En el último capítulo del «Espejismo de Dios» dice: «Que sea cual sea la religión, a pesar de los problemas alegados anteriormente, llena un hueco muy necesario, dando consuelo e inspiración a personas muy necesitadas». Ante la imposibilidad de probar nada siembra la duda: «Posiblemente Dios no exista». (Campaña en autobuses de Barcelona).

Incorpora a su discurso nuevas fórmulas: la Creación está llena de «chapuzas» (implícitamente Hawking no lo cree así). ¿Broma, pedantería? Ortega definía al científico, en casos como el presente: «Es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora, no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión personal puede ser un sabio».

A mí me recuerda las palabras de Shakespeare: «Hay en cielo más; más en la tierra, de lo que, Horacio, sueña tu filosofía».

José González

Navia

Cartas

Número de cartas: 46086

Número de cartas en Octubre: 24

Tribunas

Número de tribunas: 2088

Número de tribunas en Octubre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador