Un aniversario triste y dividido
Lo fue el octavo del 11-M, en Madrid, politizado, como todo lo que se mueve en este carpetovetónico país, destrozado y al borde de su hundimiento económico. Dos asociaciones que dicen representar a las víctimas del terrorismo, cada uno por su lado, protagonizando unos actos que nos llenaron de honda tristeza. Y decepción. Sí, porque decepcionante ha sido ver el antagonismo que existe en ambas asociaciones –cuya presidencia ostentan dos señoras–, cuando tenían que formar una sola, muy unida, habida cuenta de que el doloroso fin viene a ser el mismo. Bien es cierto que la que preside la señora Manjón se circunscribe únicamente a las víctimas del 11-M, con la inexplicable exclusión de las de ETA, lo que resulta sospechoso, sobre todo al escuchar la ardiente soflama de la señora Manjón en la estación de Atocha, que arremetió hasta contra el Fiscal General del Estado, por pretender reabrir un proceso que, para ella, está ya cerrado. Pero en falso, señora Manjón, como todo quisque sospecha, al ver cómo se destruyeron todas las pruebas acusatorias y que seguimos sin saber quién dirigió y ordenó el criminal atentado del 11-M. La señora Pedraza, en el Retiro, fue más prudente y comedida, y su asociación representa y da cobijo, indiscriminadamente, a todas las víctimas del terrorismo, tanto a las del 11-M como a las de ETA.
Para que este 11 de marzo fuera completo, en lo desagradable, triste y politizado, la manifestación de los sindicatos contra el recién estrenado Gobierno –que respaldó a la Manjón, por las razones que todos sabemos–, vino a ser el remate y, a su vez, el preámbulo de una huelga general tan inoportuna como costosa.
Quizás Rajoy esté utilizando abusivamente su tijera o no la emplee con la debida mesura y prudencia, no lo sé. Pero lo que sí sabemos, creemos y estimamos es que los primeros y verdaderos tijeretazos se tienen que empezar dando desde arriba, verbigracia: la Zarzuela, la Moncloa, Gobierno, banca, empresarios, sindicatos y todo hijo de vecino que obtenga del Estado –de los Presupuestos Generales, que nutren nuestras perras– suculentos y elevados ingresos. Y menos exprimir al pueblo.
Los actos del 11 de marzo han sido una demostración más de la politizada y enconada desunión que impera hoy en España, de cuya ruina somos responsables. Sobre todo los políticos.
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