Maltrato

26 de Marzo del 2012 - María Ángeles Rodríguez Lombardero (Villablanca (Huelva))

Maltrato, violencia de género o como les guste llamar no es sólo el bofetón recibido intramuros de quien se supone ser tu compañero de vida. Es eso, claro, y también más, ¡infinitamente más!

Maltrato es la insidiosa red que van tejiendo en torno a ti... una red de aislamiento y dependencia para que vivas de rodillas. Es el silencio de amigos y vecinos que ni ven ni oyen. Es el miedo que se pega a ti como una segunda piel. Es que busquen tu alma para pisarla con las temidas botas camperas sabiendo que es ahí donde se esconde el último reducto de voluntad y dignidad. Maltrato es creer que denunciando se acaba tu calvario porque todo está previsto para darte ayuda y protección. Es dar el paso y denunciar para condenarte luego a recorrer otro largo camino: el de la burocracia del sufrimiento, la indiferencia, la humillación, servidas con generosidad por si te hicieran falta. Es la visita al cuartel de la Guardia Civil donde las almas siguen siendo de charol, y las calaveras de plomo, y por eso no lloran ni respetan tus lágrimas. Es la entrevista con el médico forense que mide meticuloso los centímetros de tus lesiones... ¿con qué medirá las otras, las del alma, las mortales que sangran hacia adentro? Es el paso por el funcionariado del sufrimiento de los centros de ayuda a la víctima, a la mujer y demás excluidas, para quienes para colmo del infortunio ni siquiera das «el perfil de mujer maltratada». Es la juez que absuelve porque el testigo amañado aportado por la defensa –que no engañaría a un niño– logró sembrar la duda pese a su fina intuición y larga experiencia como magistrada de Violencia de Género. Y ya se sabe: «In dubio pro reo», que debe ser algo así como el «cajón de sastre de los jueces».

Maltrato es también descubrir la perversión de las palabras y la demagogia que esconden términos como: denuncia, protección, ayuda, centro de ayuda personal formado en violencia de género...

¡Palabras!

... Y el descubrir que estás sola, que sólo cuentas contigo, y con el puñadito de amigos tenaces que te ayudan a ponerte en pie para rechazar tu no-vida. Por encima de los «¡Acabarécontigomalaputa!», los «in dubio pro reo» y a pesar de «no dar el perfil», la firme convicción de que vivir es lo primero. Mantenerse viva. Por instinto, por amor hacia ti misma ¡Por dignidad!

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