Opiniones en torno a Benedicto XVI
El domingo 29 de marzo LA NUEVA ESPAÑA publicó el artículo "Papas falibles e infalibles" con varias referencias a Benedicto XVI. Entre las opiniones expuestas hay algunas que considero merecedoras de un comentario. Me ceñiré a cuatro puntos.
El primero es presentar a este Papa como producto del carácter germano. La entelequia del carácter nacional es secuela del "espíritu del pueblo" ("Volkgeist") del romanticismo. Como idea-fuerza nutrió los nacionalismos: a los brutales, como el nazismo o ETA, y los mitigados, que aún bullen en su arcaísmo. Tal identidad naturalista no tiene base ninguna. ¿Son iguales los gallegos y los andaluces? ¿Los sicilianos y los milaneses? ¿Los bávaros y los prusianos? Toda nación desarrollada es plural. Y toda persona es singular. Por eso, la definición desde marcos genéricos difumina su entidad propia y la degrada.
El segundo es atribuirle haber proclamado, cuando era cardenal, que "fuera de la Iglesia no hay salvación". Pero el aforismo "extra Ecclesiam, nulla salus" viene de la epístola 73 de San Cipriano (205-259). Vuela por los libros desde hace más de 1.750 años. No excluye tanto como parece, pues todo el que, aun sin estar bautizado, viva según su conciencia es cristiano anónimo y será salvado. Lo afirma San Pablo en el capítulo segundo de la Carta a los Romanos.
El tercero es una mención a Juan Pablo II, cuyo Pontificado fue "tan teatral". En su juventud actuó en un grupo de teatro clandestino, bajo la ocupación nazi de Polonia. Era una forma de resistencia cultural. Por tanto, fue actor, igual que Ronald Reagan. En la década de los ochenta del siglo XX, la actividad de ambos actores logró desmoronar el imperio comunista, centrado en la URSS, que fue causa de más de 100 millones de muertos. ¡Menudos comediantes, queacabaron con el monstruo más grande y criminal de toda la historia!
El cuarto es definir la postura de la Iglesia sobre el sexo como misoginia, odio a la mujer, inherente al monoteísmo, aparecido en el desierto, que "es misógino". Veamos la realidad. El monoteísmo nace con Abraham, que vive entre 1900 y 1800 a.C. Recibió la llamada de Dios en Ur de Caldea, al sur de Irak, zona desbordante de agua. El sacrificio de Isaac, que prueba su fe, se realiza en la comarca de Jerusalén, de clima mediterráneo. Por tanto, el monoteísmo no es fruto del desierto. El éxodo y peregrinaje hebreo por las arenas del Sinaí se enmarca entre 1250 y 1200, o sea, unos 600 años después de Abraham. Los patriarcas cuidaban el rebaño y defendían el grupo. Sus mujeres cuidaban las tiendas y educaban a los hijos. Eran las transmisoras de la cultura. Sara, Rebeca, Lía o Raquel no fueron maltratadas, y, a veces, ellas gobernaban a sus maridos. En la posterior tradición judía la mujer tiene gran papel. Luego, para el cristianismo, la persona humana más excelsa es María.
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