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La obsolencia programada

24 de Marzo del 2012 - J. Jesús J. Suárez González (GIJON)

Todos sabemos que vivimos en una sociedad donde el consumo y el crecimiento son imprescindibles para el mantenimiento del sistema, hasta tal punto esto es verdad que ha sido la sobreproducción industrial (se produce más de lo que se consume) la verdadera causa primigenia de la gravísima crisis económica que padecemos.

El crecimiento ilimitado, como es lógico, sólo consigue agotar los recursos de la Tierra, que, esos sí, son limitados, pero la economía capitalista no tiene otra opción. El problema de la sobreproducción industrial, que ya empezó a ser evidente en los años setenta, se intentó paliar con la globalización de la economía, para abrir nuevos mercados, y con la burbuja inmobiliaria, construyendo cientos de miles de viviendas, muchas de las cuales hoy están vacías. Pero hace ya mucho tiempo que las empresas, bajo el paraguas protector de los gobiernos, también han intentado impedir la saturación del mercado con prácticas todavía más escandalosas, entre ellas la que se ha dado en llamar obsolescencia programada, es decir, ofrecer al consumidor productos con una vida limitada. Esta práctica tiene muchas variantes, desde el empleo de materiales de escasa calidad, hasta la imposibilidad de conseguir repuestos; se ha llegado incluso a instalar chip que dejan inservible un aparato a un determinado tiempo o con una cantidad limitada de operaciones o trabajos, por ejemplo, impresoras que cuando han hecho 20.000 copias dejan de funcionar. También son muy habituales los saltos tecnológicos innecesarios o prescindibles pero que convierten en inútiles máquinas que funcionan perfectamente y que cumplen su función. En informática es muy frecuente la aparición de programas no compatibles con el sistema operativo del ordenador o que requieren una velocidad del procesador y una capacidad de memoria RAM que nos obliga a cambiar nuestro PC. Las antiguas bombillas de Thomas Edison duraban más que las actuales, las lavadoras llevan en su eje rodamientos de plástico en vez de acero, etcétera, así podríamos seguir eternamente.

Cada vez está mas claro que la crisis económica que vive el mundo no es más que una consecuencia de la crisis de valores, que tiene también otras derivaciones perniciosas y peligrosas.

Ya no se respeta ni al planeta ni a los semejantes y la picaresca y la mentira se han enseñoreado en una sociedad que agoniza. La obsolescencia programada es uno de los indicativos más groseros de hasta dónde han sido capaces de llegar para intentar salvar lo insalvable.

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