Dioses, fe y religiones
De la existencia de tantos dioses y religiones en la historia de la humanidad parece fácil deducir que el ser humano necesita convertir en realidad los misterios que subyacen en su pensamiento. Para ello busca incesantemente teorías y hechos que den sentido a su vida, le hagan perder sus miedos y le permitan encontrar ecuanimidad y consuelo para tanto desatino que le rodea. Intenta convencerse de que la vida no debe terminar con la muerte y de lo necesario que es la existencia de una justicia divina.
El ser humano necesita tener fe. Fe en un dios justo y misericordioso, fe en un paraíso donde el sufrimiento no exista o fe en una esperanzadora reencarnación. Fe que hace clamar a una entelequia que está por encima de lo cotidiano y que, de alguna manera, actúe de antídoto para el desánimo que le acompaña.
Tener fe, por tanto, no es ni bueno ni malo, simplemente es. Y la fe de cada persona o de cada comunidad ha de ser respetada, siempre y cuando no sea dañina para los demás.
Pero la fe suele ampararse en las religiones y, aunque la mayoría de ellas se basan en textos sagrados que contienen principios éticos y de buena conducta para hacer del hombre un ser mejor, también es cierto que con demasiada frecuencia sus enseñanzas se convierten en un peligroso boomerang. Y ello es posible porque es el propio ser humano el protagonista de la interpretación y aplicación de los textos sagrados y, por tanto, el que tiene potestad para intervenir en ellos, tergiversarlos y conducir a los fieles a una mala praxis. De esta forma pueden convertir las enseñanzas originales en peligrosos predicamentos que llegan a intoxicar el pensamiento, distorsionar las mentes y torturar conciencias.
Y es que, a menudo, a las religiones les sobran jerarquías, políticas y poder. Les sobran mandatarios que se dedican a imponer su fe y a no respetar el derecho a la libertad de conciencia. Le sobran los falsos pastores, impostores de la fe y del pensamiento. A las religiones les sobran fanáticos que llevan a las personas ungidas por una fe distorsionada a inmolarse, a perseguir, a torturar y a matar a seres inocentes.
Anteayer, hoy y ayer la historia de las religiones está escrita con demasiada sangre derramada. Con promesas de falsos paraísos.
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