Bautizo civil o iglesia consistorial
El Pleno del Ayuntamiento de Grado ha aprobado una iniciativa de IU con el apoyo de AIGRAS (fruto de una escisión del PSOE), la abstención del PSOE y el voto en contra de PP y Foro.
Lo primero que llama la atención es el batiburrillo de la votación: un partido en la oposición saca una propuesta con la abstención del otro partido en su misma situación. En cambio, uno de los miembros del tripartito que gobierna vota a favor de la iniciativa.
Bautizo civil, cuando los clérigos opinan en público los mandamos a las iglesias, pero intentamos instaurar ceremonias religiosas como festejos laicos; siendo así, ¿por qué no comunión civil? El que quiera comulgar que acuda al Consistorio y allí el concejal de Festejos le facilitaría un bonito bollo (en festividades especiales podría ser preñado). Y sobre todo, ¿confesión civil?, es decir, todos al Ayuntamiento a proclamar públicamente los errores, los desmanes y desvaríos propios en un acto multitudinario, donde el regidor va imponiendo penitencias y absolviendo de las equivocaciones, disparates, vicios y maldades en los que haya incurrido el confeso. Eso sí, obvie usted los delitos, esos se los dice al cura, que éste no le va a condenar ni a la cárcel ni a una sanción económica. También podríamos reclamar la misa civil, colas de regidores para subirse al púlpito y pasar el cepillo.
No sé si se trata de poner la casa patas arriba, si de equivocar a los ciudadanos con iniciativas que distraigan de la cruel realidad, o simplemente vanidad y soberbia de quienes tienen la obligación de velar por nuestro bienestar. Hay algunos que quieren ser el niño en el bautizo (religioso), el novio en la boda (civil o religiosa) y el muerto en el entierro (sea como sea). Y en plena confusión autorizamos que sea el párroco el que otorgue licencia de funcionamiento a bares y discotecas.
Estoy seguro de que en el Ayuntamiento de Grado hay temas mucho más trascendentes y prioritarios para los vecinos que el que cuatro snobs se junten con sus familiares y amigos y celebren el nacimiento de un nuevo ser. Que está muy bien que en estos tiempos de recortes, penuria y tristeza, alguien tenga el valor y el coraje de traer una nueva criatura a este mundo y encima celebrarlo, que es muy conveniente olvidar por una jornada el mundo despiadado y egoísta en el que vivimos.
Pero llamar a esto bautizo es cuando menos un despropósito, un desatino, un atentado a la razón y al sentido común. Es como si a los concejales los llamáramos palafreneros del pueblo, o lacayos o fámulos; a los plenos municipales, guateques corporativos, y a los acuerdos, concilios comunitarios.
Por los temas tratados y por los acuerdos adoptados en muchas corporaciones, éstas están más próximas a asambleas de amonados o reunión de botarates que a los organismos que administran el municipio y, por tanto, deben estar próximos a los ciudadanos. Es su obligación el procurar el bien común de sus administrados, satisfacer sus necesidades y facilitarles lo necesario para un desarrollo con dignidad y no ocuparse en banalidades y fruslerías que provocan el rechazo de una mayoría que entiende que así no se justifican ni sus sueldos ni sus primas, que para ese viaje no necesitaban estas alforjas.
Con estas actitudes no es sorprendente que casi la mitad de la población no haya acudido a las urnas en las últimas elecciones, el desarraigo y la inhibición son las medidas más benévolas que la ciudadanía puede adoptar con quienes despilfarran su dinero y pierden el tiempo. Como si la dramática situación de muchos de sus convecinos no les afectara o les importara un bledo. Lástima que la humanidad no haya aprendido todavía que la mayoría de los desahogados o están en el poder o a su lado.
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