Carta abierta a don Ángel, coadjutor de San Francisco de Asís
Querido Ángel: con la celebración del quincuagésimo aniversario de la creación de nuestra parroquia, deseo manifestarle el recuerdo de la mayoría de tus feligreses.
En estos años de ausencia te hemos recordado con frecuencia, no en la iglesia, sino en la calle, ya sabes la frase que cito con frecuencia y en la que creo firmemente: «... escucho la voz del pueblo que canta mejor que yo».
Según dicen los más antiguos de la parroquia, viniste casi con don Oscar y te quedaste, o te quedaron, muchos años.
En el recuerdo de muchos de nosotros, padres ya mayores, están las misas de los sábados a las 6.30, en las que había casi más adultos que niños, por la belleza, profundidad y sentimiento de la celebración en la que se ponía de manifiesto lo que te gustaba decir: «Misa con niños, no para niños».
En esas misas, el ofertorio era eso, ofertorio, y en el padre nuestro todos, conocidos y desconocidos, nos dábamos la mano y la paz era un sentimiento profundo y verdadero, no una fórmula.
En esta carta abierta he procurado mandarte mi agradecimiento con el de mis (nuestros) hijos, que con gran cariño se acuerdan de ti.
Termino como empecé, fuera del edificio de la iglesia, en lo que el Concilio llama «pueblo de Dios», se habla y se recuerda tu obra, y... el pueblo habla mejor que yo.
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