El PP no logra pescar en el caladero de FAC
Se nota que doña Cherines es de letras puras. La operatoria aritmética no es lo suyo. Dice la líder de la facción minoritaria de esa grillera en la que se convirtió la derecha asturiana, que las urnas, una vez liberadas de la mordaza represora, gritaron a los cuatro vientos la recuperación de confianza del electorado en su proyecto político, en contraposición al de ese pariente cercano que en menos de diez meses dilapida la herencia recibida. Mientras que el partido de la doña permanece estable en el número de escaños, el de don pierde cuatro con respecto a las pasadas elecciones del mes de mayo. Está claro que el análisis de Cherines es para el consumo interno de memos puesto que, siguiendo con la simpleza analítica, los cuatro escaños perdidos por FAC no pasan a engrosar las filas del PP, lo cual sí sería motivo de celebración. En pocas palabras: que el PP debería estar preocupado por no lograr pesca en el caladero de FAC.
Si sumamos abstención, votos en blanco y nulos, resulta que la indignación regional sacó mayoría absoluta por un amplio margen, pero, este dato, tan real como la vida misma, todavía no llegó con suficiente nitidez al oído refractario de nuestra clase política. Ni a unos ni a otros les interesa esa línea de análisis, prefieren sacar a paseo la vieja perdiz en la que todos, de una u otra forma, salen vencedores.
La verdad sin pliegues ni costuras, a fuer de ser rigurosos aún cayendo en pecado de maniqueísmo dicotómico, es que la derecha asturiana sale triunfadora de los recientes comicios autonómicos por tres mil votos de diferencia sobre la izquierda y quien más votos aporta a la suma mayoritaria es FAC, guste más o menos al resto de litigantes. Naturalmente, el partido de Rosa Díez queda fuera de cualquier adición por falta de definición ideológica clara y contrastada.
En síntesis, Asturias tiene un cabreo monumental con su clase política pero un poco menos con la derecha, tal vez como consecuencia de la corrupción y amiguismo practicado por los gobiernos de Vicente Álvarez Areces, a quien Rubalcaba mantenga fuera de nuestra región hasta el final de los tiempos, o quizás porque la necesidad obliga a explorar en la esperanza de nuevas soluciones.
La cruz de la moneda, como ya ocurrió en reiteradas ocasiones, la pone el histórico desencuentro del PP asturiano con Álvarez-Cascos, discordia que pagamos todos los contribuyentes con el inmovilismo ejecutivo y que parece, a juzgar por las declaraciones del PP nacional, sigue viva y coleando. Lo cierto es que, a pesar de todos los pesares del régimen arecista y en aras de la estabilidad política y creación de empleo que tanto necesita nuestra comunidad, la derecha no parece la mejor opción para sacarnos de esta crisis institucionalizada. Rosa Díez por boca de Ignacio Prendes tiene la última palabra, a ella y su recto criterio nos encomendamos.
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