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Un pregón para reflexionar

30 de Marzo del 2012 - Ángel de la Fuente Martínez (Oviedo)

El pasado 28 de marzo mi amigo Carlos Fernández Llaneza pronunciaba el pregón de la Semana Santa 2012 en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. Estuvo acompañado por la cronista oficial de Oviedo y el presidente de la Junta de Hermandades y Cofradías de Oviedo. El pregón, que un abarrotado salón tuvo la oportunidad de escuchar, es el mejor termómetro para medir la temperatura y por tanto la salud de la Semana Santa ovetense, que se recuperó en la década de los años noventa del pasado siglo.

El pregón fue una reflexión personal en voz alta de un cristiano que ha mostrado a lo largo de un recorrido por las diferentes procesiones. Digo que fue una reflexión porque el autor manifestó que pregonar es reflexionar y es cierto, porque cada ser humano participa de un conjunto de vivencias a lo largo de la vida. En la lectura tuvimos el gusto de escuchar varias citas de hombres de Iglesia y del mundo de la cultura y la política, así como varias referencias a las Sagradas Escrituras y a la Literatura. San Bernardo, San Ambrosio, Beato Juan XXIII, Beato Juan Pablo II, S.S. Benedicto XVI, monseñor Casaldáliga, Plinio, Gandhi, Unamuno, Alberto Lleras, Julio Mariscal, Don Quijote... fueron algunas de las personalidades que completaron un documento redactado en base al conocimiento y a la fe que brota de lo más profundo de su corazón, que en más de alguna ocasión llegó a emocionarse en su amena disertación. La cronista oficial de nuestra ciudad lo calificó de un documento literario, cercano y emotivo, que podía servir a modo de ejercicios espirituales. Efectivamente, descubrimos a un pregonero con un gusto por la literatura, pues no en vano pronunció versos que contribuyeron a aflorar los sentimientos del auditorio que no perdía ni un punto ni una coma de lo que Carlos exponía. Asimismo, el dominio del lenguaje para contraponer el ruido en un día de diario con las calles del silencio mostró de nuevo la faceta literaria de nuestro pregonero.

El núcleo del documento lo constituyeron las recientes procesiones recuperadas en nuestra Vetusta. No es un itinerario urbano sin más por las calles de la ciudad; es una sucesión de pasos cortos, pero llenos de sentimientos tanto para los que creemos como para los que no. Comenzó por la procesión del Silencio, finalizando con la procesión de Jesús Resucitado. Aquí está la esencia de su discurso, porque a través de lo que significa cada imagen o grupo logró conectar con lo que está ocurriendo en nuestra sociedad, por ejemplo el dolor, el llanto, la burla, el sufrimiento, la crisis, los niños que mueren, los niños soldados, los niños esclavizados por el trabajo, las madres inmigrantes buscando un mundo mejor para sus hijos... En una palabra, enfocó el significado de la Semana Santa tanto en lo espiritual como en lo que podríamos llamar la doctrina social de la Iglesia, y no en vano recordó que este año se cumplen cincuenta años de la convocatoria del Concilio Vaticano II. Hubo tres cuestiones que me llamaron la atención. Una fue: «Jesús de la Sentencia, que ha sido sentenciado por nosotros mismos». Cuando escuché esta frase me vino a la cabeza una intervención del cardenal Bea en relación con quienes eran los responsables de la muerte de Jesús. Aquel prelado defendía que en la muerte de Cristo todos hemos sido deicidas y no solamente los judíos. La otra fue la manera de exponer sencillamente la complicidad entre el espectador y la escultura, en nuestro caso en las tallas o imágenes. Efectivamente, toda obra de arte, al menos las plásticas, mantienen una íntima relación con los espectadores, independientemente de que profesen credo alguno e incluso hasta entre las mismas esculturas; por eso Carlos no dudó en insuflar un hálito de vida a la estatua sedente del arzobispo don Fernando Valdés-Salas, pues de él dijo: «Parece como si estuviese vivo mirando a los cofrades». ¿A quién no conmueve cualquiera de los diferentes pasos cuyos escenarios son nuestras calles y nuestras plazas, acompañados de bandas de música y también de momentos de silencio? La tercera es la fundada presencia de la mujer en la Iglesia y para ello recurrió a la madre que llora la muerte del hijo, la madre que se siente sola y de luto, pero que los fieles la acompañan en su dolor, las mujeres al pie de la cruz, las mujeres que reciben la buena nueva de la resurrección, las hermanas Marta y María...

Concluyendo, creo que debemos quedarnos con dos aseveraciones del pregonero. Una fue: «El Hombre nace no para morir; muere para vivir». La otra: «La fuerza de la Pascua tiene que llevarnos a un mundo mejor». ¡Enhorabuena, Carlos! Deseo que tus palabras hayan caído en tierra buena o en que su defecto la abonemos con nuestras buenas obras para construir un mundo mejor que todo buen cristiano y honrado ciudadano debe tener como objetivo.

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